A que ir a un viñedo.

Las referencias para ir y conocer lo mejor de un viñedo son muchas. ¿Lo valen?

 

Los panoramas de la vida se han vuelto la oficina, el hecho de estar frente a una computadora y comprometernos con un trabajo, por la razón que sea, no nos permite, en muchas ocasiones disfrutar más allá de lo que nuestra pared, cubículo, amigos y compañeros de trabajo nos da.

El hecho de salir de la ciudad se vuelve un escape común los fines de semana y en especial de quincena, donde queremos tener algo real que mirar, los colores de la naturaleza que no sólo están en el refrigerador o la comida fresca que no sea del congelador.

Salir, querer y conocer es una parte que se vuelve indispensable para quienes tenemos un trabajo diario. Peor tantito si decidimos que nuestras capacidades van más allá y queremos estudiar, ya sea entre semana y/o los sábados y esa realidad nos ve absorbida: el cansancio inminente y las ganas de renunciar a la mitad (a veces menos) del curso, clase, relación se vuelven más y más.

Pero en eso tienes un momento de reflexión y decides esperar. No necesitas pensar más allá de lo que te gusta para poder tomar una decisión: Vamos a un viñedo.

No sólo en la vendimia, sino en cualquier época del año. Lo que es bueno y necesario para recabar pilas. Sentirnos en contacto con la naturaleza.

La idea es poder conocer desde el campo, de donde viene nuestro vino, las cepas que tomamos, como es el vino, su proceso y elaboración.

Algunas de las experiencias más necesarias como ser humano es conocer más y llegar a otros lugares que nos permitan redefinir nuestros gustos.

Ir a un viñedo (no importa de dónde sea, qué tan cerca o lejos quede), la cuestión es el momento de poder definir, descubrir, conocer y probar.

Gozar la oportunidad de abrir una botella en el camino, poder estar frente al viñedo, conociendo, con una copa de vino, con unos tacos de camarón, una paella, un corte de carne. Algo que nos haga felices. Recordad un buen momento, crear una memoria que valga la pena.

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