Así es su ácido.

Si no te gusta pero así es ¿qué sucede?


 Es una cita doble y te sientes incómodo. Te la acaban de presentar: linda, de ojos grandes y verdes. Muy verdes, te pierdes en ellos y tu conversación no es coherente.

Entran al restaurante: no importa cuál es, sólo que es delicioso y las veces que han ido no los han decepcionado. Esta vez con un plus: ellas.

Tu amiga no pierde la oportunidad y quiere un vino; sabe que te gusta y que te puedes lucir. Sonríes y prefieres no hacer el ridículo.

Ella, tu cita de enormes ojos verdes decide hacerlo: pide un vino blanco y todos lo aprueban.

La cita de tu amiga está riendo de tu actitud. ¿Qué te detuvo a pedir el vino? Esos enormes ojos verdes sonríen a los chistes.

Llegan a pedir la orden: unos tacos de pato, algo de pescado a la plancha, otro poco de pulpo a la gallega. Y empiezan a servir el vino. Primero las damas, de izquierda a derecha, después los caballeros (que no andan a caballo).

El primer sorbo. Sabe bien, es fuerte, más alcohólico, ácido.

Te gusta y lo juegas un poco, te alistas al segundo sorbo: ácido, sigue ácido.

Esos hermosos ojos verdes se quejan, que no le gustó su acidez. La cita (como lo llamas ahora), se queja de igual forma, tu amiga sólo ríe.

Llaman al mesero y le dicen que el vino no está bueno, que está muy ácido, que se siente mucho alcohol ¿lo adulteraron?

Te ríes y no lo evitas, les explicas que el vino es español, que su región, las tierras son más acidas: no es chardonnay ni chenin blanc, por ello es normal que sea ácido. Sí, así es el vino, no es defecto. Le gusta ser así, ácido, el color da esa referencia: es más verde que amarillo, es pálido y no tan brillante. Ahora la sonrisa es para ti. Esos ojos verdes sonríen para ti.

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