Detrás de una persona que toma vino.

Las personas que toman vino ¿son iguales a los demás? Si, todos lo somos ante la ley –y para la religión, ante los ojos de Dios-; sin embargo hay algunas diferencias que se hacen más notables entre los que toman vino y los que no.


Más “exigente”.

Te conviertes en una persona más exigente al momento de pedir comida (no hagas caso a tus amigos, no es ser mamón ridículo), todo lo que quieres es un buen servicio, una buna comida y una copa de manera perfecta: temperatura, bien servida, sin que la copa esté sucia ni gotas de vino, ni aromas.

Y sí, eso te hace exigente.

No te parece el “vino del otro”.
No hay discusión más común entre los consumidores de vino que “mejor toma este” o “este está mejor”: No te importa ni como le gustan a los demás, pero el vino que ellos toman no es tan bueno como ese vino que recuerdas.
Y si es nacional, más.

O tu denominación de origen es mejor que la otra denominación de origen que es parecida: AKA toro no es rioja, AKA Rioja no es Ribera del Duero (y la lista sigue).

Más comida.
Quieres comer de todo y probar más: no te detienes en cada una de las posibilidades gastronómicas que encuentras: quieres comer más y de diferentes formas para poder apreciar cada platillo.

Y a veces planeas el robo de otras personas.

Mejor comida.
No sólo se trata de comer más, sino mejor: ya pasaste por la dieta gluten, la de crudo, la vegetariana, la 3 / 4, macrobiótica, paleo, y de paso ves si el beer yoga puede ser también con vino.

Cocteles.
Los más raros y los clásicos deben ser hechos en precisión; de otra manera no aceptas.

El dinero se va en comida.
¿Dónde está todo el dinero de la quincena? Pues bien, ya no está. Desapareció.
No importa si ganas mucho, muchísimo o muy poco, todo se va en comida –desde ingredientes raros hasta en tacos o ingredientes para preparar algo-.

Y al final, aunque no te arrepientes, te arrepientes, así de inconsistente.

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