Mi visita a los viñedos.

Ese día nos levantamos temprano: vamos a gozar la experiencia de un viaje, de un vino, de una comida.  Nos apuramos, nos pusimos algunos shorts y otras playeras. Frescos y listos para el camino.

Del Distrito Federal a Querétaro nos hicimos dos horas y media, más lo que manejamos al viñedo.

Entramos y nos atendieron en seguida. Pudimos hacer un recorrido por cada una de sus partes: la bodega, los viñedos, los toneles los pudimos ver de cerca: sacarnos fotos, disfrutar el ambiente, tener de testigo a un sol que nos acompañaba a tomar una, dos botellas de vino; comer algo fresco, quesos ricos; la delicia de un momento.

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Ver las vides de cerca, contemplar sus colores, la forma que tienen, la diferencia con las otras uvas de mesa. Admirar los colores de las hojas del follaje, las rosas que se encontraban a un lado, el ambiente.

Oler la diferencia de la ciudad con un cálido clima. Si, en el olor podíamos percibir todo: casi como si el vino estuviera en el ambiente.

En el atardecer vimos al sol irse, dejar sus últimos rastros sobre la tierra, deslumbrar las plantas, nuestros pies; un último adiós a la entrada de la noche. Irnos con antojo de volver, de probar más.

Fotografías: La Redonda.
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