¿Por qué discriminamos los “vinos malos”?

¿Por qué discriminamos los “vinos malos”?

Pensamos que un vino es malo y descalificamos a quien los toma. ¿En qué basamos esas opiniones?
Con el tiempo, beber vino se ha convertido en parte de la rutina de muchos sibaritas (una, dos veces a la semana, cada comida, siempre; todo depende de cada uno) y este hábito se va haciendo snob.

Alguna persona dice “vamos a hacer clericot con ese vino” y es un momento incómodo ¡Cómo clericot! Grita alguien.
Y la respuesta es ligada a una marca comercial: Es que es un (ponga la marca que recuerda).

Y todos asienten; es verdad, no es buen vino, es malo y merece ser bebido como clericot, como calimotxo, como lo que sea menos como un vino.

O el escenario dos, vamos a un restaurante y pedimos ese vino, de esa marca (que suele ser un chileno o un español) y la expresión del sommelier, mesero, o acompañante es la misma que cuando te hablan de tu ex.

¿Por qué sometemos al vino a dicha tortura? Pareciera que tomar vino debe ser trabajo de los buenos vinos. Y nada más.
Y que un buen vino es el que decimos lo es. Y nada más.

¿Se dan cuenta que este fenómeno pasa más en las bebidas que en los alimentos?
La elitización –falsa- de las bebidas tiene que ver con un status: si tomas cerveza significa algo y esto definirá tu comportamiento y tu pensamiento.
Para ejemplo piensa en un hipster y si cerveza –e inmediatamente irás a artesanales-; piensa en un obrero –y pensarás en caguamas-; un godín se traduce cerveza de botella… ¿o no?

Lo mismo y peor va con el vino: Si tomas mexicano, si tomas una marca, si tomas un estilo o un tipo:
Los más aventados irán por denominaciones poco conocidas (sin importar el precio, que en algunos casos es más económico); otros se moverán por el precio, por la nacionalidad o por lo viejo del viñedo ¿cuántos se van por la calidad?

Y siendo consumidores, ¿qué sabemos de calidad? Las cifras que nos dan en concursos, las capacidades de un vino o lo viejo que son. ¿Todo esto nos sirve realmente como medida?

El punto de comer, de beber y de vivir en general es disfrutar… ¿y si lo aplicamos en el vino?

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