Quiero que me expliques, no me que me regañes.

El lado incómodo de la moneda: ser sommelier no es barato ni fácil: aprender de vinos incluye tomarlos y muchas veces los vinos. Por económicos que sean no son menos de $300 pesos en una compra barata (y muy barata, a la semana si bien nos va), pues conocemos a productores, importadores o distribuidores que nos darán la posibilidad de experimentar con dichos vinos.

Imagina ahora la posibilidad de vinos que tomamos y que podemos presumir. Sí, presumimos.

Y ahí empieza el primer error de nuestra parte.

Entonces llega cualquier persona que no conoce de vino –porque seamos honestos ¡No somos un país que tome vino! Por mucho que nuestros tres amigos lo hagan, no son el grueso de la población: vayan a la playa más lejana, más recóndita y pidan vino: los verán raro- y esa persona que no conoce de vino es regañada.

A ti, que te ha costado cursos, clases, botellas y miles de momentos vas a regañar a alguien porque no sabe la diferencia entre aroma y bouquet…. ¿Con qué derecho esa soberbia?

Es como si mandas a arreglar tu computadora y te regañan porque no tienes algún sistema… ¡que no sabías que tenías que tener! Así de ilógico.

La gran suerte es que los sommeliers ya han ido cambiando: los ojos hacia arriba mientras preguntas las diferencias de un cabernet de Sonoma y uno de Francia se han ido alejando –y que bueno-.

Volvemos a lo básico: Sommelier, es tu trabajo atender, eres parte del servicio, no tienes razones para enojarte ante las preguntas: si todos supieran lo que tú sabes ¿para qué estarías tú?

Sommelier: él te ayudará a encontrar lo más conveniente para tu cava y maridaje

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