10 puntos para catar un vino.

Primero: Conocer el vino.
Cada zona, cada terroir es diferente. No es lo mismo el suelo, los minerales, la cantidad de sol y de agua que vamos a encontrar en un vino de Baja California, Querétaro, Aguascalientes o en Francia, Argentina, Chile o Australia. Mientras menos horas al sol, hay menos azúcares, que da menos alcohol y una mayor acidez. Es bueno saberlo para así tener en cuenta que si nos gusta un vino con ciertas características, una región nos va a gustar más que otra.
Segundo: El cuerpo.
Veremos la viscosidad del vino, las piernas, la velocidad con lo que bajan. Las piernas nos indican, en la fase de la vista, la densidad dada por la cantidad de glicerina presente en un vino, con las cuales podemos suponer el grado de alcohol que tiene el vino que se esta catando.
Tercero: El color.
La variedad de cepa nos va a dar un diferente color, la intensidad, brillo, transparencia nos indican del vino, si su color es intenso, si es brillante u opaco, si tiene tonos teja, más violáceos entre otros.
Cuarto: Aromas sin agitar la copa.
La fase olfativa es muy importante. Los primeros aromas son los primarios, que se encuentran en la uva y se liberan durante el proceso de molienda; en los tintos encontramos aromas a frutos rojos, como frambuesas, ciruelas, cerezas, entre otros.
Quinto: Agitar y volver a olfatear.
Aquí veremos los demás aromas, aquellos que tiene la uva en su proceso de fermentación; aquí encontramos las notas lácticas y especiadas que van dependiendo del vino.
Sexto: aromas pesados.
Poco a poco y mientras evoluciona nuestro vino vamos a ver aromas “pesados”, como las notas de chocolate amargo, cacao, café tostado, entre otros. Estos son resultados de reacciones del vino con la madera y la microoxigenación.
Séptimo: Saborear de a poco.
Poco a poco, con moderación vamos a ver su desarrollo en boca. Primero un sorbo que nos ayude a limpiar la boca, encontrar el sabor (dulce, ácido, amargo y salado); el dulce, el ácido y el amargo deben estar en equilibrio.
Octavo: La lengua.
Vamos a mojar un poco la lengua para sentir la diferencia, sólo la punta para intentar distinguir las notas dulces de un vino. No desesperar si no lo pueden a la primera.
Noveno: El vino en la media boca.
Buscar qué nos hace querer repetir ese vino: sabores, aromas, equilibrio y todo lo que tiene.
Décimo: Repetir y compartir.
No hay mejor momento en un vino que poder compartir con los amigos, tener más de ese vino, conversar, una alegre y amena charla que complemente los anteriores nueve pasos. Deja que el vino pase y disfruta los límites (sin romperlos).

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