100 vinos mexicanos se pone a la cabeza de los festivales de vino en el país: se hace en un viñedo y de paso nos da la gran gama de vinos que hay en nuestro país y que se están produciendo.
Encontramos los clásicos vinos y las casas antiguas: Monte Xanic, Casa Madero, Finca Sala Vivé (que muchos no reconocían como Freixenet en México), La Redonda (que fueron los posaderos de este evento), L.A. Cetto entre otros.
Pero encontramos novedades: vinos pequeños, casas boutique y algunas nuevas producciones, como Nuevo León que llega con su primer vino.
Si es cierto que al vino mexicano le falta mucho, en este festival encontramos grandes y buenos vinos para los conocedores de etiquetas, aunque muchos se van a los clásicos.
Poder probar en este ambiente otros vinos nos permite hablar con los creadores, sommeliers, enólogos de las casas que nos hablaron de cada una de sus etiquetas si así lo queríamos.
Lo bueno:
Poder hablar con cada uno de los que están detrás de estas etiquetas.
Ir a un viñedo, salir de la rutina.
Conocer más allá de los aparadores que encuentras en tu zona: hay vinos muy diferentes que te dan otras opciones.
Hay para todos los gustos.
Los vinos no son caros, desde los 170.00 hasta los 3 mil pesos (el vino más caro que encontramos, de la casa Barón Balché).
Mejor organización que otros años, más espacio para caminar y para las personas que iban a conocer y disfrutar.
Espectáculos para amenizar y adornos de lo mexicano (¿No sacaron fotos con los alebrijes?).
Aunque la zona de comida estaba dividida -foodtrucks, puestos y el área de vinos-, se nos hizo acertado encontrar productos para maridar entre los puestos: chocolates (Kuxtal, por ejemplo), quesos (Brito, Finca Vai, Flor de Alfalfa entre otras).
Lo malo:
Mucha gente: la atención llega a ser tan personalizada que pasar a cada uno de los puestos podía salir bastante tardado.
Son demasiados vinos para un solo día: el costo del boleto no te permite ir dos días si vas con más intenciones de compra (sobre todo si no vives cerca de la zona).