El vino más antiguo.

Ya no crean esa falacia, gente.


El otro día fui a cenar con el suegro. Me cae bien y le gusta tomar vino. De hecho primero lo conocí a él y después a mi esposa. De ahí inició la historia.

Un día nos topamos él y yo en el supermercado, estábamos comprando vinos y nos caímos bien.

Casualmente nos volvimos a topar dos semanas después. Decidimos hacerlo un ritual y nos volvimos amigos. Cada dos semanas nos encontrábamos en la puerta, caminábamos, hacíamos compras, veíamos los vinos y nos dábamos recomendaciones. Un día fue con una muchacha; dos semanas después le pregunté por ella. Que estaba con el corazón roto en casa. Para distraerse, se la llevaría al supermercado, y la rutina de dos se volvió de tres. Recomendábamos, veíamos, hacíamos las compras necesarias.

Un día que su padre no pudo ir por una junta, ella me acompañó. Que bonita pareja, nos dijeron. Y como vimos que lo éramos, que teníamos gustos parecidos, empezamos a salir.

Después de ir a por la despensa, íbamos a mi casa, preparábamos algo y cenábamos con vino. Entonces entendió la razón de tener tanto vino: Cada dos noches abría una botella de vino. Me la tomaba entre dos días mientras cenaba, cocinaba o veía alguna película o partido. O jugaba algún videojuego. Se le hacía una manera extraña de llevar mi vida, pero decidió acompañarme.

Cada noche veíamos una película, preparábamos una cena o jugábamos algo y esa botella de vino se volvió de diario.

Un día, como toda relación que se torna más seria, me invitó a cenar con sus papás, su papá de paso me quería enseñar su cava y aprovechamos la oportunidad.

Después de comer un filete, puré de camote, un amarrado de verduras al vapor y tomar un rico tinto con paso por barrica hecho con syrah fuimos a ver la cava.

Era impresionante ver la cantidad de vinos que tenía. Hasta que algo me llamo la atención: De todos los vinos había dos.

Me comentó que algunos los abre de manera próxima y otros los guarda, pues él pensaba que mientras más tiempo tuvieran, iban mejorando. No cabía en mi sorpresa y él lo notó ¿a qué se debía mi cara?

Le explique que no todos los vinos se pueden guardar y que muchos incluso se hacen “feos” después de tiempo. “Eso es cuando tienen cavas mal cuidadas, yo no, aquí tengo las botellas bien”. Traté de darme a entender; hay cepas que no nos aguantan, la manera en que está hecha un vino. Si tiene barrica y cuanto la tuvieron.

Él no entendía y decidió demostrar su punto. Agarró una botella con más de 20 años de un vino tinto hecho con garnacha. Francés y sin barrica. Lo abrió y lo probamos: Era un delicioso vinagre de vino tinto.

Compartir

También te puede gustar