Vamos a clasificar lo que un “buen vino” debe tener. No vamos al concepto de “si te gusta es bueno”, pues ¿entonces todos lo son? ¿Por qué, entonces no todos tienen medallas?
Vamos al sentido estricto.
Un buen vino: Son los vinos equilibrados, atractivos, fáciles de beber y que no tienen defectos.
Equilibrio.
Cuando el sabor, el ataque en la boca, la acidez y los taninos (en caso de tenerlo), logran una armonía al momento de beberlo.
Si un vino tiene la capacidad de ser bebido sin dificultad al cumplir su periodo –desde el momento en que se abre, hasta el que es bebido –con o sin decantación, de acuerdo al caso-, se logra calificar como un vino con equilibrio.
Atractivos.
De la vista nace el amor y la manera en que un buen vino está construido tiene que ver con ello: no debe ser un vino que en nariz, boca o a la vista se encuentre mal. Por mucha evolución que pueda tener el vino, debe cumplir con los parámetros de “buen color”.
Fáciles de beber.
Si sientes que el vino “raspa” al tomarlo, lo más seguro es que no sea un buen vino y debas dejarlo. Tras una decantación, en todo caso ¿sigue “lastimando” al tomarlo? Mejor es dejar el vino.
Defectos.
Aromas a corcho y color naranja (todos, menos los tardos o generosos y algunos dulces). No hay burbuja en los espumantes o la hay en tranquilos.