Tomando vino con papá.

Es de esos días donde el calor acecha y el bochorno de una lluvia está presente.

Andas viendo televisión, alguna serie o película; tal vez oír música. Se esas veces que no queda de otra que estar con tu viejo disfrutando el sillón y la comodidad de no hacer nada. Es más, pidieron pizza ante la flojera de que se preparara comida o incluso de pararse más allá de la puerta.

Y en un momento voltean a verse, medio comiendo, saben sin decir más que tienes que ir por las copas y ese vino que se quedó a medias en la cena de la noche anterior.

Y así es como nace una tradición. Los días que puedan, van a disfrutar de una copa y de silencio. Silencio de coches, de gritos, de voces. Silencio de limpiar, de perros, del exterior.

Cada que vas de visita a casa de tus padres y está él, tomarán una copa. Te dirá sus vinos favoritos, te contará esas anécdotas. No importa que hay afuera. Papá para siempre, para una copa, para recordar los logros, para aliviar los problemas.

Esa copa es un recuerdo de que pase lo que pase siempre estará, que será un hombro para recargar.

Compartir

También te puede gustar