Ese paso más para crecer la producción.
Hace mucho tiempo decidí tomar más vino. Fue complicado, a decir verdad.
Yo tenía poco que estaba tomando vino y quería crecer mi consumo; de manera sana, claro está.
Entonces poco a poco fui comprando unas botellas más. No muy caras para poder tomarlas de manera constante. Al principio se me complicaba más ¿es en serio que acompaño la comida con vino? Trabajo en una oficina y se me hacía un reto que decidí hacer a un lado. No es opción tomar alcohol en un área de trabajo, pese a que era una copa de vino. La intención no era perderme en él, pero tampoco lo hice. Y así lo decidí.
Y opté que reunión que fuera, llevaría una botella. Comida que tuviera, una copa. Todas las noches, antes de dormir, una copa de vino viendo alguna serie o leyendo un libro.
Y ahí empezó la hazaña. Mis amigos (que son más de cerveza, otros de whiskey, más de ron y vodka) se sacaron de onda al verme con mis botellas de vino.
Cada reunión yo abría la botella y se quedaba ahí. Al menos así fue las primeras veces.
Una vez llegó uno y me preguntó a qué sabía, que me veía muy fancy, preguntando la razón de tomar vino. Sólo pude decirle “me gusta”.
Se rió pero me quito la copa. Entonces nos volvimos dos.
Al poco tiempo una amiga de muchos años llegó y agarró una copa. Que a ver que tal estaba. Y nos volvimos tres. Disfrutamos tomar vino aunque parecíamos bichos. Después llegaron dos amigos más y esa botella se convirtió en dos. Los cacahuates en carnes frías, los vasos de plástico en copas. De repente ya las tres botellas se convirtieron en 4 y no era el único que las llevaba. De repente la vida sabía a vino. Y tienen razón, cuando se comparte y con la compañía, sabe mejor.