Tomar una copa de vino no es un delito; a veces dos son un placer y tres es uno, pero culposo. Más si estoy en la soledad de mi casa. Cómodo, viendo televisión o comiendo algo. Si estoy acompañado y son menos de tres, es reunión, más de cuatro es fiesta.
Comer en cualquier lado incluye vino: tinto, blanco rosado. No, tampoco niego una cerveza, pero mi vino sigue siendo el favorito.
Como algo bueno, algo rico.
¿El punto de ser un WineLover?
Es que sin prisa pero sin pausa vas a conocer el mundo del vino; no hay crítica que valga la pena siquiera mencionar; no hay vino que no valga la pena probar y obviamente no buscamos las cruda moral al día siguiente. Tampoco la física.
Entonces nos dicen “elitistas” o incluso “falsos”.
Pero no, es más sencillo que eso: nos gusta el vino.
Tan simple como poder disfrutar una copa de vino y tener una copa en la mano, comer un corte de carne con un cabernet sauvignon o un pinot noir; disfrutar de la tarde con un buen chardonnay o festejar con burbujas de un champagne.
La verdad no importa como, es nuestro estilo de vida.