Agua en vino en 15 minutos.

Dos jóvenes de San Francisco aseguran poder «convertir el agua en vino en 15 minutos»

Han desarrollado un vino sintético con resultados, por el momento, dudosos.

El milagro de las bodas de Caná ha llegado a Silicon Valley. Ava Winery, una start up de San Francisco, asegura que es capaz de «convertir el agua en vino en 15 minutos». Sus fundadores son Alec Lee y Mardonn Chua, dos emprendedores veinteañeros convencidos de que cualquier vino, incluso los más raros y complejos, se pueden recrear en un laboratorio. Es cuestión de química.

«Todos los vinos comparten los mismos compuestos básicos», explican en su perfil en Angel.co, una plataforma que conecta a start ups con inversores. «Recreamos vinos desde cero, sabor a sabor, combinando esos compuestos en su nivel preciso. Sin levadura, sin fermentación, con control infinito del sabor y del aroma».

La idea surgió cuando Lee y Chua visitaron una bodega de Napa Valley, la región vinícola al Norte de la bahía de San Francisco, el año pasado. Allí les mostraron una botella de Chateau Montelena, un vino histórico, el primer Chardonnay de California que se impuso a sus competidores franceses en la célebre cata organizada en París em 1976 entre bodegas galas y californianas. Para estos dos jóvenes, una botella inalcanzable, fuera de sus posibilidades.

Sabor «monstruoso»


 

El uso cada vez más extendido de corcho sintético en las botellas ha provocado debates interminables entre los amantes del vino. El uso de aditivos artificiales ha hecho correr ríos de tinta. ¿Qué pasará ahora que con este vino tan natural como la Coca-Cola? De momento, no hay mucho que temer, porque el vino sintético deja bastante que desear. En las primeras pruebas, el sabor de la bebida era «monstruoso», reconoció Chua. Seis meses después, ya tienen una versión más afinada de un Moscato d’Asti, un blanco espumoso italiano con denominación de origen protegida. Pero los resultados no son del todo satisfactorios. ‘New Science’ realizó una cata a este vino sintético -comparándolo con un original- y determinó que su olor era como de «alcohol de limpiar» o «plástico». Uno de los redactores que lo probó lo definió como el olor «de uno de esos tiburones hinchables que llevas a la piscina». El vino no tenía lágrima, el color era mucho más claro y el sabor, aunque no tan malo como el olor, tenía un regusto a «aroma floral artificial, como un jabón de lavanda». La conclusión era que sería difícil beberse una copa entera del brebaje.

Información completa en ABC España.

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