Cosas que cambian con el vino.

Cuando aprendes el arte de degustar un vino.


La comida la cuestionas.
No toda la comida es igual y piensas mentalmente que vino es la mejor opción. Si la sal es poca, si las cebollas están muy cocidas, el asado necesita más humedad… ¡Todo lo cuestionas!

No estas conforme.
Te vas acostumbrando a tener las cosas en su punto: la temperatura del vino, a veces que sean las copas correctas, que tenga lo que necesitas.

Todos pueden ser amantes del vino. Y lo vas a demostrar.
Quieres que todos tus amigos lo prueben, que vean lo delicioso que es y la razón por la cual lo amas. Y quieres que coincidan contigo. A veces es necedad, otras es mostrar lo que tienen.

Piensas en uvas.
En tu mente, cada vino es una uva: mentalizas que esa uva puede tener un aroma o un color en específico. A veces imaginas que uvas pueden ser la combinación.

Regiones.
Tienes una favorita, pero tratas de probar otras… a veces sólo por la obstinación de demostrar que tu zona es especial por lo mismo que te gusta más.

Los que no toman vino, no saben lo bueno.
El gran problema: te gusta tanto que crees que a todos les debe gustar. Y no sales de él. Es bueno tener un favorito, pero no tiene nada de malo probar otras bebidas.

Todos los aromas.
Vayas a donde vayas, hueles todo: las frutas del mercado, los árboles cuando sales, el pasto. Reconoces los aromas de manera mental.

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