Así como las personas tenemos nuestro lado bueno y malo, los vinos pueden tener lados negativos que pueden venir de nacimiento (desde la uva), de su crecimiento (la producción) o a lo largo de su vida (el tiempo en botella).
Dentro de esta analogía, existen varios factores -principalmente externos- por los cuales el vino puede adquirir defectos, sobre todo ante una mala conservación.
El cambio brusco de temperaturas (como congelar el vino o ponerlo sobre cerca de la estufa cuando cocinamos), tenerlo en una cava con aromas fuertes (jabón, velas, desodorantes, entre otras opciones) pueden hacer que nuestro vino tenga cambios que dañan al vino.
Tener un vino donde tiene una luz directa, por ejemplo, hará que el vino se oxide y nos sirva en menos tiempo de lo que implica su vida útil.
Por todo esto, es necesario cuidar bien nuestro vino: no es necesario tener una cava, pero si un lugar específico para tener bien cuidado el vino.
Ejemplo:
Una habitación donde no pasemos mucho tiempo -no hay que guardarlo en el cuarto-, que no tenga cambios de luz o temperatura -como la cocina-, donde podamos poner la botella acostada y no haya vibraciones.
Suena complicado, pero por lo mismo mucha gente opta por no tener vinos de guarda y sí beberlos de manera próxima