El gusto cambia.

No te sorprendas cuando el vino que tomas de siempre ya no te es suficiente.

Sin darte cuenta, los gustos de las personas van cambiando: somos constantes. No sólo en la vida emocional sino en cualquier situación pasa.
El hecho de que hoy tomes un tipo no significa que te quedarás en ese gusto para siempre.
El punto de conocer más es algo que nos ayuda a entendernos: no somos estáticos.

La gran mayoría de las personas que inician en el mundo del vino toman vinos malos: no vamos a cambiar las palabras. El presupuesto es bajo, no conocemos y algunas ocasiones iniciamos con el peor vino, la peor cerveza, el peor vodka y el más fuerte aguardiente.

La primer borrachera va a ser el rompimiento amoroso que no debíamos pasar y empezamos a conocer más gracias a los amigos: cerveza, vino, mezcal y tequila se hacen común en nuestro vocabulario.

Llega una edad, no muy grande, no muy chico donde empiezas a probar más y te das cuenta que ese tequila que tomabas sabía a las resacas que sufrirías más adelante.

Y poco a poco vas afinando el paladar: esa hamburguesa que comías afuera de la escuela y volviste a probar ya no te sabe tan increíble a lo que recordabas.

Ese vino que pensabas exquisito, te das cuenta que es dulce e incluso te duele la cabeza al beberlo.
Y que el sabor del vodka con naranja que no aguantas realmente es el recuerdo de una cruda anterior.

Poco a poco vas mejorando y ese vino que ahora tienes en la mano mientras lees esto tiene el sabor a las buenas pláticas, a la buena comida, a los recuerdos.
Y así, irás cambiando no sólo a las personas que tienes alrededor y ya no tienen nada mejor que aportarte: también de las bebidas.

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