Pensamos que un vino es bueno si tiene un costo en específico: rechazamos los malos vinos por el descarte del precio. Mientras más alta sea la etiqueta, más nos lamentamos no poder comprar el vino y menos conocemos, en lugar de comprar 3 vinos de $300.00 preferimos comprar uno de $800.00.
Parece un mal gusto el comprar un vino barato sin siquiera conocer, probarlo, saber de él.
Hay muchos vinos de todo el mundo que son económicos (en México realmente el problema son los impuestos), vinos de grandes producciones son económicos y en un presupuesto de $150.00 podrían ser opciones viables para los antojos.
Pero tenemos la idea que son malos ¿la razón? La idea que un buen producto debe tener un costo relativo al precio. Y en algunos casos es verdad, pero algunas bodegas o viñedos tienen amplias producciones que permiten abaratar el costo sin sacrificar calidad.
En Europa, hay vinos con un costo de 3 a 10 euros: de 60 a 200 pesos mexicanos (aproximado, claro). A México llega al doble de ese costo por el transporte –y todo lo que implica la importación- y los impuestos que las legislaciones mexicanas tienen.
No, no es malo comprar vino barato: puede ser una mala añada, mal proceso, malas uvas y en general, un mal vino. Porque también hay vinos de gran costo que son malos (por las mismas circunstancias anteriores).