El maridaje de contraste.

Seamos honestos; hay de contraste a contraste.

¿A qué nos referimos? No es lo mismo tener algo que combina pero no combina con el vino a una comida que no tiene nada que ver con el vino.

Entre bromas, en una ocasión una sommelier nos dijo que algunas personas suelen llamar el “maridaje de contraste” cuando el vino no va con la comida.

La verdad es que no va por ahí.

Estos –en ocasiones odiados- maridajes deben lograr una armonía en su contraste. ¿A qué nos referimos? Un maridaje de similitud nos permite ver carcteristicas similares entre uno y otro. El vino y la comida realmente se casan y van de la mano al lograr algo en el paladar: una agradable sorpresa.

En el caso de un maridaje de contraste iremos a los extremos. Que un sabor se potencialice. Que el amargo, dulce, salado o ácido sea lo que caracterice el maridaje. No significa que sepa mal. Al contrario, tiene que saber bien, pero debe mostrarnos eso: como una sinergia entre la comida y vino, por muy diferentes, logren un buen complemento en boca.

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