Por alguna razón somos los más puristas: nos quejamos de que las quesadillas deben llevar queso y los chilangos locos deciden hacerlas sin él como si de un pecado gastronómico se tratara.
Nos quejamos de tomar café de la zona procesado por empresas extranjeras pero tampoco consumimos de manera local.
Nos quejamos del gluten aunque no seamos celíacos.
Nos quejamos del tapón de rosca pensando que el vino es mejor: nos quejamos sin saber.
La tapa rosca no es un defecto del vino, como muchas personas lo han visto porque “pierde la elegancia” de quitar un corcho; olvidando que ustedes no se bañan y se perfuman todos los días, olvidando el domingo que en el sillón ni siquiera se quitaron la pijama, aunque se les cayó el queso de los nachos y un poco de cerveza.
Sin saber, que es una mejor manera al momento de guardar el vino, porque para ustedes “así no debe ser”, a pesar de ayudar más al medio ambiente, tanto como las botellas que deberían reciclar y que tampoco lo hacen.
Tirando el corcho sin tomar en cuenta que el proceso para que a ustedes llegara ese corcho fue el “pelar” un árbol para lograrlo.
Sin importarles que puede salir mal por un hongo común en el vino y que “acorcha” al vino, pero pueden quitarlo de la botella.
Cuando les encanta quitar el corcho, pero siempre lo rompen porque no saben como usar el descorchador y aún así se molestan –no sólo de la tapa rosca- sino todas las maneras diferentes para abrir el vino que no sean las tradicionales.
Pero la tapa rosca no es mala; ni buena. Ni quita, ni pone. Ni agrega, ni hace.
Hablamos de que para un vino barato sirve; pero también para un vino más caro, para uno no tan caro, para uno frutal, uno con barrica o sin barrica. Una rapa rosca sirve.