El millonario alemán Hardy Rodenstock, que hizo fortuna como promotor de música pop, presumía de poseer una gran colección de valiosas y únicas botellas de los siglos XVIII y XIX. Alcanzó fama mundial en los años ochenta organizando catas muy exclusivas de vinos raros y extremadamente caros. Se cuenta que fueron actos muy solemnes, que duraban fines de semana completos, en los que gobernaba el lujo y la suntuosidad. Invitaba a estos singulares eventos a amigos, periodistas y grandes personajes del paisaje enológico mundial. En aquellas catas no se podían escupir los vinos y solían ofrecerse los mejores al final de cada episodio.
La más famosa de esas fiestas fue sin duda la impresionante cata de 125 añadas de Château d’Yquem. El precio de una botella de este blanco dulce de añada reciente ronda o supera los mil euros y se dispara con el paso de los años. La macro-cata se celebró en Múnich en 1998 y duró siete días con siete fastuosas cenas. La famosa Master of Wine Jancis Robinson fue invitada y comentó las añadas 1784 y 1787 –figúrense el precio de semejantes tesoros- de las que destacó que, tras producirse el milagro de los muy viejos y muy grandes vinos, dejaron exquisitos aromas otoñales, de rosas y de azúcar quemada.
Otro de los grandes jueces enológicos del planeta, el también célebre Robert Parker, acudió a una de las reuniones de Rodenstock. Parker se mostró en varias ocasiones reticente a acudir a este tipo de fastos desmedidos y criticó la prohibición de escupir del extravagante y acaudalado anfitrión alemán. Sin embargo, no pudo resistir la tentación y en 1995 terminó calificando una magnum de Château Petrus de 1921 con sus cien famosos puntos describiéndolo, además, como “fuera de este mundo”. Gracias a semejante publicidad, los vinos de Rodenstock se hicieron famosos y alcanzaron muy altas valoraciones en subastas.
En una subasta celebrada en Londres en 1985 en la casa Christie’s , Christopher Forbes adquirió una botella de Château Lafite de 1787 desembolsando la cifra récord de 105.000 libras -sumando IPC (Índice de Precios de Consumo) hasta 2013, unos 335.000 euros-. La botella era doblemente especial porque perteneció a un ilustre y antiguo enófilo, Thomas Jefferson, que grabó sus iniciales en el vidrio. La joya procedía de la colección de Rodenstock que dijo encontrar un lote completo en una bodega de París, tapiada para ser protegida de los nazis, que le indicó un anónimo informador. Tres años después, el millonario californiano William Koch compró a Rodenstock, a través de intermediarios, cuatro “Jeffersons” por medio millón de dólares.
Los problemas comenzaron cuando Koch quiso exponer las botellas en el Boston Museum of fine arts y le preguntaron por la procedencia de las mismas. Se dio cuenta de que no podía justificar su origen y empezó a sospechar. Contrató los servicios de un agente jubilado del MI5 y de otros especialistas que concluyeron que las iniciales “Th. J.” fueron grabadas con ¡instrumentos modernos de dentista! Los análisis del líquido contenido en una de las botellas no resultaron concluyentes y tan solo pudieron certificar que era anterior a 1945.
¿Recuerdan los cien puntos Parker al Petrus de 1921? Tras otra investigación digna de una buena novela negra, que terminó en el mismísimo y mítico château, se llegó a la conclusión de que la longitud del corcho de una de aquellas supuestas magnum era incorrecta, que el tapón no coincidía con los auténticos y se descubrió, además, que era casi seguro que Petrus no embotelló magnums hasta después de la guerra. Entonces ¿qué demonios probó Parker?
Y es que el negocio del vino fraudulento es muy tentador. Los beneficios potenciales superan con mucho las posibles penalizaciones porque ¿qué posibilidades tiene el falsificador de ser descubierto? Realmente muy pocas ya que seguramente pasará mucho tiempo antes de que el coleccionista se decida a abrir “su tesoro” para comprobar sus virtudes. Además, existen botellas en las que tan solo se ha falsificado la etiqueta, modificando la añada para elevar el precio, y el corcho, siendo muy difícil detectar el fraude incluso para los expertos más reputados. ¿Y los supercatadores? Las posibilidades que tienen de detectar estas adulteraciones son escasas ¿Quién en este mundo es capaz de diferenciar e identificar con certeza viejas añadas de vinos de primera categoría? Por muy entrenados que estén sus sentidos siguen siendo seres humanos imperfectos, influenciables y sometidos a cambios físicos, anímicos y de percepción. El mismo Robert Parker, que no es ningún estúpido, cayó en uno de estos engaños aunque hay que reconocer que aquellas fiestas seguramente estarían a kilómetros de distancia de las condiciones ideales de una cata seria. De todas formas, Parker insiste en que, fuera lo que fuera, aquella botella era espectacular.
Esta maravillosa historia dio para un libro de éxito, The Billionaire’s Vinegar, cuyos derechos compró el actor estadounidense Will Smith, que será llevado a la gran pantalla. Se ha especulado con que el protagonista podría ser Brad Pitt pero en esta historia de ardides nada es seguro. En este mundo casi nada es lo que parece así que, si van a aflojar miles de euros en una de esas impresionantes botellas, tomen precauciones.
Información de Enoarquía.