Para las mujeres, el vino blanco; el vino rosado si quieren algo más. Uno dulce y muy frutal (algunos le dicen afrutado, aunque esa palabra no existe). El vino de una mujer debe ser tan delicado, perfumado y suave. O al menos es el paradigma en medio de la gastronomía y la enología.
Con pocas mujeres en el campo (incluso pensar en una sommelier o enóloga nos cuesta un poco más de trabajo que en un nombre de hombre), pensar en el vino de las mujeres se va a una lista: Proseccos, lambruscos, vinos dulces, no fortificados, algunas burbujas, rosados, unos blancos.
¿Tintos? Salen de esta lista en el imaginario colectivo, aunque eso esté equivocado.
Cada año desde el 2011, la Asociación de Mujeres Amantes de la Cultura del Vino –AMAVI-, muestran el error de estos paradigmas.
Desde dos ángulos se demuestra el gusto más creciente de las mujeres en España por el vino:
Mujeres profesionales en el ramo, con la experiencia y el prestigio del mundo del vino califican los vinos que entran a este concurso; por otro lado, un comité de cata amateur de mujeres interesadas en la cultura del vino.
También cuentan con una colaboración de la Unión Española de Catadores, de la revista Sobremesa, de la Federación Española del Vino y la Fundación para la Cultura del Vino.
El punto de este evento es poder quitar paradigmas y limitar el consumo del vino a un campo que es mucho más abierto y extenso y fomentar la cultura vitivinícola para todas las mujeres.