La copa del lunes.

Como iniciar de buenas la semana.

 


Cada lunes, al llegar del trabajo, revisando los pendientes de la semana, me recuesto en ese sillón. Ahí pienso interminablemente en los conflictos. Que si falló la computadora, que si las copias no salieron o el cliente no llegó. El diseño no les gusto pero a la vez si lo quieren, con otro color y más a la izquierda.

Lunes: es ese día de la semana que todos sabemos. Es como si el fin de semana, de alguna manera pudiera sustituir una pequeña vacación donde olvidamos y dejamos todo. Lo hacemos a un lado y no nos importa. Desde el viernes y en malos casos, el sábado ya tenemos los planes: este es el fin de semana.

Pero en eso, algo catastrófico pasa, que es repetitivo y se llama lunes. Es personal, incluso. Si no fuera lunes no sería malo. No el martes, aun iniciando la semana ahí. Y su antítesis, el viernes, nos muestra como poder relajarnos.

Entonces se me ocurrió la idea de que relajarme incluye un buen descanso: es cuando podemos tener un rico momento de paz y prepararnos.

Y así llegué a la bodega, al cajón en la cocina, al closet y tomo esa botella de vino. Esa que he guardado unas semanas (es un vino joven, es un vino que incluso sería barato. Es uno tinto, incluso rosado o blanco, es uno que se me antoja y me recuesto bien en el sillón. Me quito los zapatos (que ya me mataban, pero la misma flojera no me dejaba quitarlos); acomodo la copa, la botella; pongo los papeles y la revisión de detalles es… incluso rica. Ahora ya no es lunes: ahora ya es mi momento.

Y así, sé que espero el próximo lunes con más ánimos… Por supuesto es una rutina, de esas que nos gustan, de esas que hacemos todos los días y la botella que inicié el lunes para el viernes ya no está y puedo abrir ahora sí el espumante.

Y así se vive un paraíso.

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