¿Se han preguntado cuáles son las diferencias?
Y no nos referimos al proceso (fermentación, destilación), sino a la manera de tomarlos o consumirlos.
1- Temperatura.
Los vinos tienen una temperatura de servicio a los cuales se van a servir: si es menor depende del vino: blancos, rosados o espumantes irán a una menor que los tintos o con barrica. A un vino no le vamos a poner hielo, como le podemos hacer a un vodka o al whisky.
2- Vasos/copas.
La mayoría de los destilados y licores los puedes colocar en diferentes vasos y copas: la cerveza, por ejemplo, la puedes tomar desde la botella. El vino no. La preferencia en su caso es que lo tomes en las copas que van destinadas a él.
3- Grados de alcohol.
El vino con mayor graduación rondará el 15% de alcohol. Algunos mezcales, Whiskeys, vodkas están entre el 20% hasta el 45%. Tomando en cuenta que el vino blanco está casi a 10%, puede ser cerca del doble la cantidad de alcohol.
4- Coctelería.
Solemos ligar la coctelería de vino a un vino malo. Si no tiene calidad lo podemos hacer con refrescos, cerveza o jarabe y frutas. Con destilados no; incluso se nos hace normal; algunos más ortodoxos lo negarán, pero la verdad es que no está mal visto servir ron con refresco de cola.
5- La evolución.
Cualquier bebida llegará el punto que esté “mal”. Pero el vino es más susceptible: si hay sol, la cantidad de agua en el ambiente, las vibraciones que sienta pueden alterar a un vino. El licor no tendrá ese problema e incluso podrá evolucionar libremente en cualquier lugar, aún una vez abierto. Ojo, ninguno de los dos aguantará la luz.