Lo que usamos al momento de tomar un vino.
Vista.
Vemos el vino, definimos el color, entendemos sus tonos, como caen sus piernas por la copa, si son lentas o rápidas, cómo se ve, como se manifiesta en la copa.
Tacto.
Tocamos el vino, lo sentimos en la boca. No hablo de cómo se expresa en boca, hablo de la sensación que nos da al tener contacto con la lengua. Como agarramos la copa, si es con el cuidado necesario.
Olfato.
Los aromas que encontramos en él. Incluso cuando lo tomamos y sentimos el retrogusto. Vamos a ver las diferencias: aromas de bosque, de recuerdos, de dulces, de frutas, de campo. Todo lo que en el vino podemos hallar. Este es un sentido que podemos afinar más y más con el tiempo.
Si se nos antoja, podemos encontrar más opciones, ir al mercado, al bosque, a un viñedo y encontrar todos los aromas posibles, clasificarlos.
Gusto.
Al igual que el olfato, es un sentido que seguimos educando. Más probamos y más entendemos. ¡Ojo! Aquí muchas personas dicen que le sabe a manzana, a pera, pero eso realmente es el recuerdo del olfato. Los sabores los vamos a clasificar como ácido, amargo, dulce y salado. Éstos pueden cambiar en un vino si previamente consumimos picantes, ácidos como el limón, fumamos o tomamos algún otro licor de manera previa.
La recomendación por lo mismo al hacer un maridaje es primero probar el vino y después la comida, así como intervenir entre platillo o vino con agua natural.
Oído.
Muchos dicen que al tomar vino este sentido lo activamos al chocar las copas. Sin embargo, nosotros pensamos que siempre está presente. En todos los momentos que compartimos una copa podemos notar las diferencias, las pláticas y todo lo que él nos hace disfrutar.