Como mujer, entre estigmas y todo siempre quedó ese pensamiento: no subir de peso. Digamos lo que digamos, hablando con muchas mujeres, todas comentamos que no nos gusta la idea. No importa cuanto nos queramos o lo que pensemos, nos gusta estar “en línea”. No hablo de ese punto enfermo donde no comemos, o probamos deliciosos platillos que saldrán por donde entraron (que por desgracia he visto varias veces en restaurantes deliciosos ese problema: chicas muy lindas corriendo a lavarse las manos y salir pálidas).
Otras que dicen no importarles subir de peso, pero lloran al ver que la talla 7 ya es 9, la 12 es 14 y el 32 es 34. Mujeres, qué contradicción.
Poco a poco me di cuenta que mientras más me metía en este mundo (comer, beber, probar), no subía de peso. A veces me mantenía, otras bajaba; sin embargo, no había un gran cambio de medidas. Una amiga incluso me increpó sobre mis hábitos alimenticios… ¿Es en serio?
Y me di cuenta que más comía, más me cuidaba: no estaba comiendo mal. Ensaladas, frutas, las vinagretas eran diferentes, la pasta no era igual, el hacer yo mi pastel, el probar una, dos copas de vino me permitía cuidarme. Me sentía mejor, más sana: hasta la piel era más suave.
Sí, había veces que comíamos una rebanada de pizza, de esas de anuncio, que da miedo comerla pensando en la indigestión. Alguna otra vez un corte de carne que pensábamos eterno pero logramos conquistarlo. Pero también había vino tinto, vino blanco, ensaladas, buenos momentos, pláticas eternas que acompañaban esos pasteles de chocolate.
Recuerdo esos 4 tiempos que parecían eternos: ensalada, unos rabioles de queso en salsa de pomodoro con hongos, un corte de carne y postre.
Curiosamente me di cuenta que comía menos carne, menos grasa, menos frito o incluso, la fritura es diferente (conocí el término “fritura profunda” y me enamoré), comer más como una ventaja de disfrutar y así poder ser más sano.
Poco a poco llevé a la amiga que se atrevió a preguntarme sobre mis “problemas alimenticios” a ir conmigo a comer, a probar, a preparar: iba a su casa y cocinábamos. Ella me acompañaba a comer a algún lugar y se dio cuenta del mismo fenómeno.
El punto no es comer mucho, es comer bien. Buena comida, buena bebida. Si lo hacemos nunca vamos a caer en el exceso: no nos vamos a limitar, pero tampoco llegaremos al punto de indigestión.
Por: Claudia Aceves.
Iniciadora en el mundo Foodie; WineLover, colaboradora de Katamaniacos. Con gusto por la cerveza, el mezcal y el Tequila. La cocina es mostrar amor a las personas que queremos. Compartiendo sus experiencias en @Foodies_porn con Patricia Gi.