Momento de consentir a mamá.

Como crear un regalo perfecto.


Desde pequeña mi papá me enseñó que se debía tratar a las mujeres iguales. Que no debía dejarme en ningún sentido. Jamás vi a mi papá “regalando” a mi mamá algo que no fuera amor, a veces con rosas, otras con una cena especial, algunas veces más con un paseo. Siempre destacaba eso: los regalos son algo diferente, especial, que no se da todos los días.

Por eso siempre buscamos destacar; hacíamos cartas para recordar el amor que diario teníamos, la protección que nos daba y claro, los enojos que a veces nos hacíamos.

Un día se nos acabaron las palabras: ya todo eso lo habíamos dicho y no supimos como festejarle el día de las madres. Esa fecha era especial para nosotros. Mi papá decía que no sólo festejaba a mi mamá, sino a nosotros, sus hijos. Gracias a ella somos lo que somos, nos decía.

Por esos días habíamos leído que hacía mucho tiempo, a partir de María Antonieta, la realeza en Francia y algunas otras partes del mundo tomaban su champagne acompañada de postres, en especial macarones.

Esas galletitas siempre se nos antojaban y de vez en cuando ella nos las compraba, decía que eran un rico postre para terminar bien un día o consentirnos cuando lo necesitáramos.

Con el tiempo vimos que esas tradiciones de la realeza aún sirven: Mi mamá es una reina y ya tengo su regalo.

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