“No me gusta tu vino”.

El otro día fui a casa de unos amigos. Estaba la anfitriona, quien en esta historia se llamará Marta (que nada tiene que ver con mi amiga Roxana, por si lo esta leyendo) y otros amigos como Marco (que no tiene nada que ver con Mario), Raúl, Fernando, María y Juan (que tampoco tienen que ver con Francisco, Leopoldo, Renata y Jhonny) y queríamos tomar un vino muy a gusto.

O al menos esa era la intención. Marta estaba necia que le había llegado un lote buenísimo de vinos y corriendo llegamos a probarlo. Por lote me refiero a que un amigo de una tienda le dijo “mira, Marta, este vino está muy bueno” y ella sin probar ni mediar, corrió con él a su casa.

Todo iba bien en esa velada. Estábamos disfrutando la noche, unos cuantos canapés y en eso: el afamado vino. Gran fama llevaba y lo estábamos esperando. Llegó, se sentó en la alfombra (estábamos en la mesa de centro, en el suelo todos juntos), abrió la botella… Y supimos que algo iba mal. El corcho se rompió casi entró el descorchador. No quisimos dar mala fe y no dijimos nada. He de aclarar que todos nosotros tomamos vino, menos ella, que es quien prefiere otras bebidas como la cerveza y el tequila.

Seguimos viendo el corcho desmoronarse dentro del vino, lo olió y dijo que “estaba increíble” y el olor lo delataba. Tuvimos miedo.

Nos lo sirvió en las copas y notamos un color cobrizo. Eso no era un vino realmente bueno. Y lo olimos ¿Qué es esto? Pregunté sin mediar mis palabras. Ella me dijo que era un vino joven, de un lote que la tienda dejó a parte hace unos años pero que estaba en excelentes condiciones de conservación. Todos nos vimos. Ese aroma a alquitrán no era normal.

Pero a voluntad unos dieron un sorbo. Alguien fingió tomar medicina y otro que no tenía ganas de vino. Ella estaba encantada tomando su “gran y fino vino en un súper precio”. Sonreía esperando el alabo. ¿Cómo le dices a esa carita que el vino es horrible?

Poco a poco todos iban por más botana a la cocina y regresaban con copas vacías. Casualmente yo no quise ni moverme . Estaba en shock. ¿Es en serio, mi querida Marta que así te vendieron el vino? Ella muy orgullosa me dijo que se había llevado bien con el vendedor. No pude más y reí. Reí mucho. Mi pobre e inocente amiga, te vieron la cara, este vino es muy malo, e incluso podríamos decir que no sirve…tanto así que no entiendo como puedes tomar.

No sé que le pegó más: si la ofendida o la humillada. Sus ojitos se pusieron vidriosos y alegó que a ella si le había gustado. Seamos realistas, dije, no te gustó, pero crees que te debe gustar porque alguien, un vendedor que por querer hacer la promoción, te vio la cara. Mi querida Marta, no le caíste bien, notó tu inocencia e inexpertis. Sobra decir que desde ese día Marta no compra vino si no la acompaña alguien, aunque ese alguien no sea yo.

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