Cuando comprar vino no tan es divertido.
Llegas a la tienda con la mejor disposición, sabiendo qué quieres: entrarás, encontrarás un vino y lo comprarás para degustar. O al menos eso esperas.
Te acercas al vendedor y le preguntas donde están los vinos, te dice “allá” y señala un pasillo lejano. Te acercas y no; encuentras cremas de licores. Otro pasillo más y son destilados. Más y encuentras Ron y vodka. Por fin, al lado contrario del señalado encuentras los vinos. “Bueno, puede que sea nuevo”, te consuelas.
Ahora empieza la búsqueda. Unos cartones arriba del estante tienen nombres de países: España, Italia, Chile, entre otros. Ves un vino con Denominación de Origen Rioja en Francia. Inocentemente piensas que algún otro comprador lo dejó por error ahí. Pero encuentras que atrás hay otras denominaciones: Ribera del Duero, Costers del Segre, Navarra están ahí. Vas a la parte de España y encuentras vinos de Chile. Vaya que esa sucursal tiene clientes distraídos.
Ahí entiendes que una compra sencilla va a empezar a complicarse. Pero no importa, deseas creer que no es para tanto. Quieres algo sencillo: un vino de buen precio sin paso por barrica del nuevo mundo; algún blanco ya que estás ahí, de preferencia un californiano. Tal vez un vino espumoso de Italia o un Cava español.
Y entonces, el segundo error: preguntas a otro empleado “¿Tienen vino cava?”. El empleado, desconcertado por la pregunta te dice que ahí están los vinos y que han estado en una cava. “No, un espumoso español”, y te señala el letrero que dice España. Le comentas que viste el reguero que tienen de vinos y por lo mismo quieres saber si tienen cava o no, para saber si lo vas a buscar. O no.
Te dice que va a ver en sistema si lo tiene y te avisará. Te quedas viendo los vinos. Tercer error. Después de 15 o 20 minutos de ver el desorden que tienen las botellas ves al empleado que está arreglando cajas del otro lado de la tienda. Le preguntas si sí hay cava o no. Te comenta que en el sistema no sale, pero si necesitas algo más él te puede ayudar.
No quieres discutir, ni vas a pelear. Entonces cometes el mismo error (sí, los seres humanos caemos varias veces con la misma piedra) y vuelves a preguntar por un vino tinto sin paso por barrica. La expresión de él te dice que no: no sabe de qué hablas.
No esperas respuesta, agradeces y vas a buscar por ti. No hay mejor cosa que lo que haces tú.
Pero ves el desorden de vinos que tienen y te das cuenta que no tiene razón ni caso intentarlo. Agarras dos botellas de vino, apenas lees las etiquetas: uno es mexicano tinto, cabernet sauvignon. Otro es un malbec chileno.
Te sientes un poco derrotado por la compra, pero al abrir el primero sabes que no te fue mal. Te sorprendes y lo disfrutas. Es vino y es delicioso; lo demás no importa.