¿Oler o no el corcho?

¿Saben si hay que hacerlo o si es necesario? ¿Por qué para algunos es tan importante? ¿Se debe hacer?

La respuesta es olerlo: la verdad es que olfatear el corcho es un placer que a todos nos da. Tener un buen vino –tinto, blanco, rosado- y al abrirlo, oler el corcho, es una satisfacción para todos los sibaritas del mundo.


 

Si lo pensamos, no con todo lo podemos hacer: ya sea el brandy, whiskey, cerveza y más, es raro tener la oportunidad de un corcho, algo que nos diga previamente ese antojo de tomar una copa como lo logra el chupón de la botella de vino.

No nos vamos a predisponer de él, como algunas personas lo llegan a hacer, alegando que es para ver la calidad del vino y el decir “qué bien, se ve qué es un buen vino”.

Sí, nos puede dar un parámetro: si está en buen estado.

Pero eso es muy diferente a que eso sea la calidad de un vino.

Para ello lo degustaremos.

Agarrar la copa y probar cada uno de los secretos dentro del vino son la cata.


 

El corcho no es obligatorio. No viene en ninguno de los llamados “guiones de cata”, lo hacemos por el placer previo de la copa, ese punto entre abrir el vino y tener la copa en los labios.

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