Y por desgracia no nos referimos a cuando terminamos con una gran borrachera; ni peor: una cruda impresionante que mata todos los recuerdos.
Hablamos de cuando el vino y tú pierden en el round de esta rueda de la fortuna llamado “Vida”.
Para empezar, nada peor que se te caiga la botella de vino.
Aunque a veces, al menos la torpeza da para que sea cerca de una coladera.
Pero no siempre se cuenta con la misma suerte y algunas veces es en frente de sus hermanas y amigas botellas.
O cuando eres tan torpe que atentas contra ti y en plena cita, reunión o hasta solo en casa, decides teñir esa camisa blanca en colores rojizos.
O la constante pelea del sacacorchos.
Donde el único que sale perdiendo eres tú.
También está esa ocasión que “ya iban a cenar” y metiste un rato tu botella al congelador para que estuviera lista… Pero se va, se va, se fue… Y ahora es un raspado.
O que olvidaste como leer las etiquetas al ir a las compras.
Y tu mejor opción de maridaje es con queso… Ok, no.
O-El-Corcho-Que-No-Se-Deja. Otra-Vez.
O es tan amigo de la botella que se va con un poco de ella.
También esa vez que no sabías que no era corcho lo que tenías en tu botella.
Pero a veces, sólo a veces: lo logras con los trucos que te dijeron que sí se podían.