Una pequeña analogía en el día del psicólogo.
Es normal, estamos acostumbrados a tomar vino y nos vamos encasillando ¿A qué nos referimos? Que muchas veces sin darnos cuenta entramos en esos parámetros, donde, sin darnos cuenta, estamos explicando como somos. Y eso sólo al comprar un vino.
1- El que lleva su guía a todos lados.
Es desconfiado y necesita la validación para comprar un vino. Va por lo seguro y en el momento que a alguien no le guste el vino, lo descalifica diciendo que “ese vino tiene tantos puntos”; “ganó tal medalla”; “es el favorito de tal catador/actor/sommelier”.
2- Los más costosos.
Llega a ser engreído. A veces ni sabe de vino y tiene la imagen o la idea de que un vino caro debe guardarse muchos años; no les gusta que los contradigan y esperan tener la razón siempre. Aunque muchas veces por ser cerrados no lo logran.
3- El que toma demasiado vino.
Sabemos que nunca es mucho vino… a menos que tengas un sobre paso y termines hablando con el retrete. Pasa, a todos nos ha ocurrido que de una copa ya botella ya se acabo y de dos botellas no sabes cómo te acabaste media cava. Pero si ya es costumbre acabar cavas propias y ajenas, esto es un problema.
4- El vino barato.
Ya sabemos que el vino no tiene que tener un precio que demuestre su calidad. Pero si ya te dijeron todos tus amigos, desde los que toman hasta los que no que tu copa tiene sabor a calcetín, deberías pensar en buscar otro vino o invertir un poco más (tiempo, dinero, ganas) en encontrar otro vino. La cuestión está en probar. Claro, que si en verdad te gusta, para todo hay gustos.
5-El vino de siempre.
Ya sabes por cual vino vas. Te gusta tener tu copa segura y temes un día llegar y que cambien la cepa o el vino. No seas dependiente y busca más vinos, más opciones. Si es bueno tener un favorito pero no es necesario cerrarse y temer a lo nuevo.