Todos conocemos la palabra “historia”: es el paso del tiempo y las implicaciones que ello lleva. Cada quien va creando la propia y existe una manera de documentarla: la escribimos, la filmamos, la comentamos.
Sin embargo, hay una más que es indispensable para países como México y Francia: la culinaria.
Estos son los dos países que son reconocidos por la Unesco donde su gastronomía es patrimonio de la Humanidad (no cualquier cosa, si lo pensamos bien).
Tenemos una gran variedad de platillos, ingredientes, formas de prepararlos y de degsutarlos. Tenemos bebidas con denominación de origen como el pulque, el sotol, el mezcal o el tequila; sólo un queso que cubre esa independencia de otros quesos; contamos con un panorama que va desde los insectos como chapulines y grillos hasta grandes platos con venado del norte, el armadillo del sur y más extravagancias.
Y para todo ello, contamos con historiadores que ven la comida como una manera de expresión: cada platillo se representa en palabras para entender lo que hay dentro de él.
Los mexicanos contamos con grandes figuras como Edmundo Escamilla, Patricia Quintana y otros investigadores dentro del Instituto Nacional de Antropología e Historia que buscan rescatar todos estos platillos y que el mundo los pueda ver, conocer y que mejor, degustar.