Ante la duda, una certidumbre: voy a probarlo.
Pasa seguido que nos dicen “ay, ese vino es malo”, “no me gustó” o “ni está tan bueno”; lo sé porque lo aplico con una amiga que no suele tomar vino.
Salimos, pedimos una copa y le digo “este no te va a gustar” o “este sí”.
En ocasiones, he fallado: lo que creo que no va a ir de acuerdo al gusto, resulta lo contrario. Digamos que la llevo conociendo más de 10 años y aún fallo en lo que prefiere o gusta más o incluso en el humor (hemos probado el mismo vino en diferentes ocasiones, las dos le ha sabido diferente).
Es por ello que siempre llegamos a un conclusión: probar.
La misma recomendación que siempre les hacemos va de nuevo: a probar todos los vinos que se pongan frente a ustedes.
Nunca sabrán si es real o aplicable a ustedes lo que dicen de un vino si no lo prueban.
Ella siempre ignora –sabiamente- mis palabras: le digo que no le va a gustar y neciamente lo prueba: a veces le atino, a veces no.