Haciendo frontera con las dos potencias vitivinícolas sudamericanas, Chile y Argentina, Bolivia nunca ha sido conocida por sus vinos. Sin embargo, hace años que el Valle Central de Tarija, en el sur del país, gana fama como región productora de vinos “de altura”.
La referencia, convertida en reclamo publicitario, no es casual en uno de los países más montañosos del mundo.
Todos los viñedos del valle están por encima de los 1,900 metros sobre el nivel del mar, algo que da características únicas a sus vinos, que ya empiezan a cosechar prestigio en la región.
Según Luis Antelo, directivo de la fundación Fautapo, que apoya el desarrollo de sectores sostenibles, entre el 80% y 85% de la producción boliviana es de vinos de mesa para el mercado interno. A pesar de ello, varias bodegas han ganado premios por su producción de más calidad.
En 2016 la revista británica Decanter reconoció el Tannat Único de Campos de Solana como el mejor tinto de Centroamérica y Sudamérica.
En 2013, Aranjuez, otra de las grandes bodegas tarijeñas, ganó el reconocimiento de “Tannat del Mundo” en Montevideo, que premia los vinos más destacados de esa cepa francesa.
Gerardo Aguirre, socio de esta bodega es el enólogo que desarrolló el primer vino Tannat en la zona de Tarija con un trabajo de importación de cepas europeas, que comenzó el año 2,000, y que dio los mejores resultados con la mencionada variedad Tannat.
VINOS ELEGANTES, BUENA ACIDEZ
“Las medallas que hoy Tarija presenta a la opinión pública son lauros que se han ganado con mucho esfuerzo de ir seleccionando cepas especiales de ubicaciones geográficas pequeñas, diferenciadas”, explicó el enólogo. Cada variedad de uva se adapta de distinta forma a cada territorio en función de las condiciones de la tierra o el clima. Y Aguirre señala que la altura de las viñas es un factor determinante para definir las características de los vinos del lugar.
El presidente de la Asociación Nacional de Industriales Vitivinícolas (ANIV), Franz Molina, coincide con él. “Tenemos viñedos de 1,600 a los 3,000 metros”, dice.
“Son vinos mucho más elegantes, con muy buena acidez”, explicó Molina. En Bolivia se cultivan cepas como Tannat, Syrah o Malbec en tintos, además de las variedades blancas como la uva de Alejandría, para elaborar moscateles y singani, un aguardiente con denominación de origen boliviana.
Bertil Tottenborg, somelier del Gustu, restaurante paceño considerado internacionalmente como el mejor de Bolivia, explicó que “la intensidad del sol en la altura provoca una elevación de los niveles de azúcar que, sin embargo, no hace que la graduación alcance niveles demasiado altos durante la fermentación. Las noches, por otra parte, son frías, lo que otorga frescura y acidez”.
Tottenborg opinó que los vinos bolivianos no pueden competir con sus vecinos Chile y Argentina en cantidad y generación de divisas, “pero sí en calidad”.
“Recordemos que la producción total de vino en Bolivia sólo abarca unas 3,000 hectáreas”, dijo a Efe.
Se trata de una superficie equivalente a la ocupada por viñedos en Salta, una de las regiones vitivinícolas más pequeñas de Argentina.
Aguirre, el enólogo de la bodega Aranjuez, explicó que las condiciones geográficas hacen difícil la producción en cantidad, ya que la viña en Tarija requiere regadío y el relieve de la zona hace que, habilitar nuevas áreas de cultivo, necesite grandes inversiones.
APORTACIÓN ECONÓMICA AL MUNDO
Aunque por el momento la exportación de caldos tiene poca importancia cuantitativa (no alcanza el 1% de toda la producción), la política de exportación ya tiene repercusiones en el mercado interno, pues contribuye a “mejorar la imagen del vino boliviano y fortalecer el mercado local”, sostuvo Antelo.
A pesar de los límites territoriales, el sector vitivinícola -que abarca la producción de uva de mesa, vino y singani- supone el 0.5% del PIB del país y el 3.7% de la economía del departamento de Tarija.
Un estudio encargado por Fautapo daba estas cifras para 2012 y consideraba que el sector movía 100 millones de dólares al año y aportó 14 millones de dólares en impuestos. Según el informe, la producción de vino asciende a 5 millones de litros cada año y la de singani, a 3.6 millones de litros.
Se estima que el sector crece a un ritmo del 7% cada año. Si esto es correcto, en 2015 habría movido más de 122 millones de dólares.
La virtud del sector vitivinícola respecto a otras bebidas alcohólicas que se producen y consumen en Bolivia es que constituye una cadena de valor más compleja y con casi la totalidad de insumos locales, por lo que genera más empleo.
EL TURISMO ENOLÓGICO
Otra asignatura pendiente de Tarija es el desarrollo del turismo enológico. La directora de Turismo en la Gobernación de Tarija, Viviana Ugarte, reconoció que la llamada ruta del vino “se encuentra en la etapa de desarrollo como producto turístico”.
“Esperamos que las empresas sigan innovando”, dijo a Efe, “para diversificar la ruta y superar la visita a las bodegas como único atractivo”.
Según su criterio, una oferta enoturística tendría que incluir visitas a las viñas y actividades culturales, además de combinarse con la oferta gastronómica de la región y su patrimonio paisajístico y arquitectónico.
Para ello, sostuvo Ugarte, “es necesario que las instituciones públicas contribuyan a la innovación de los operadores privados y también la implicación de las comunidades locales”.
Un riesgo para el capital turístico y paisajístico de la zona, en opinión de Molina, es “la falta de control sobre las nuevas construcciones”. El director de ANIV dijo que su institución intenta que el área vinícola de Tarija sea protegida para mantener el paisaje tradicional de campiña. “Las autoridades deben comenzar a regular las construcciones que se hacen”, reclamó, en alusión a los edificios y viviendas que desentonan con el paisaje.
En este sentido, Ugarte manifestó que desde el Gobierno departamental tratarán de impulsar una ley para que los municipios -que son las entidades responsables sobre urbanismo- produzcan normativas para respetar la armonía paisajística.
La alta funcionaria explicó también que, alrededor del 70% de los turistas que visitan Tarija son bolivianos, mientras que la mayoría del 30% restante son argentinos. Por ello, argumentó que las políticas deben apuntar “a fortalecer el turismo interior con un ojo en los extranjeros”.
Ugarte rechazó que se pueda promover un turismo de masas en la zona. “Tenemos que ver a segmentos específicos que se vean realmente motivados a ver vinos que se producen a estas altitudes”, remachó.
Vía EFE.