Un método diferente: la taparrosca.

Al contrario de la idea general, los vinos con tapa rosca no son una mala opción para cerrar un vino; no es la mejor para un vino que es de guarda, pero si para aquellos vinos jóvenes que vamos a consumir de manera pronta y no es necesaria una microoxigencación.

Esto inició en Nueva Zelanda, realmente ahí fue donde empezaron a usar de manera general este método con buenos vinos demostrando que no es una mala opción.

Sí, le quita lo romántico de quitar el corcho; pero ¿es en serio necesario todo el protocolo? En algunos vinos, sí.

Sin embargo, desde 1995 en Nueva Zelanda y poco después todos los de Australia nos mostraron que vinos de alta gama podían ser embotellados así y casi todas las bodegas han guaraddo así su famoso sauvignon blanc.

Estas tapas no son iguales a las de plástico de un refresco u otra bebida; si las agitamos, escucharemos que tienen algo “dentro” (entre las mismas capas de la tapa rosca); estos son mejores que los corchos de silicón.

Eliminan las posibilidades de que un vino esté “acorchado”, es hermético, inmune a los hongos y parásitos, así como el contaminante TCA (después les hablaremos de él).

Su uso es recomendado en especial para los vinos que se consumen antes de los cuarto, máximo cinco años.

Y son más ecológicos: el corcho viene del árbol alcornoque y la mayoría se produce en Portugal; ¿se imaginan el daño ecológico que se puede hacer si se sigue talando, cuando hay otras alternativas que no son malas?

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