Ya el tema de los vinos y las medallas sigue en boca de todos: el otro día un sommelier nos comentaba que “al parecer si no tiene medalla, no cuenta”. ¿En qué momento desvirtuamos tanto este mundo de vino? “Nosotros buscamos vino para la gente, no por medallas; mandamos nuestros vinos a competencia, los ganan, pero es más por los compradores que se basan en ello y esperamos ser de su agrado, que es lo importante, el gusto personal”.
Por lo que podemos comentarles, nos damos cuenta que cada vez más, si el vino no tiene una etiqueta o algo que lo marque como único e inigualable, es malo: y la verdad es que no.
Hay vinos buenos en el mercado sin medallas ni especificaciones a nivel mundial por su calidad. No debemos dejar a un lado las opciones del mercado que no lo tienen.
Hace poco un productor también nos comentaba eso: que sus vinos son buenos, son de buen precio, pero a partir de que empezaron a ganar medallas y en competencias, pudieron darles una mayor difusión.
¿El vino mejoró a partir de las medallas?
Puede que sí; pero dudamos que su calidad haya sido mala antes de que eso ocurriera.
Entre miles de marcas a nivel mundial y una producción de millones de litros ¿se imaginan cuántos sí son catados, revisados o puntuados?
No podemos dejar que ese sea el único parámetro para comprar o pensar en el vino, como por desgracia, ahora se está haciendo.
Que bien que Robert Parker le dio una buena calificación, no lo negamos, puede darnos un indicativo; pero comprar un producto sólo porque alguien dice que es bueno… Uhmm ¿están seguros de ello?
Los invitamos a probar de todos los vinos: premiados o no, calificados o no; con buena puntuación o no.
Es más, incluso puede que sea un mal vino, un pésimo vino pero cabe la posibilidad de que ese vino, tan malo, tan mal puntuado sea de su agrado y en muchos casos, lo que importa es que ustedes –quienes lo van a beber- les agrade. ¿O no?