- Servir la copa muy llena.
Hay que servir la cantidad correcta: ni tan alto ni tan poco. Si es mucho, calentamos el vino y si es muy poco, se puede oxidar muy rápido. Recuerden que cada vino tiene su servicio y no es agua para llenar la copa.
- Agarrar la copa del cáliz.
Alguien que dice conocer de vino sabe que lo último que debe hacer es tomar la copa del cuerpo y no de la parte inferior: por algo tienen la “varilla” larga, para poder tomarlo de ahí.
- Solo la etiqueta.
No hay que juzgar un libro por su portada ni un vino por su etiqueta, así de sencillo.
- Siempre el mismo vino.
Por no aventurarnos, tomamos siempre el mismo vino; sin embargo, puede ser que un día decidan cambiar la cepa. Es por eso que recomendamos tener uno, dos, cinco, veinte que nos gusten.
- No experimentan
Por estar en las reglas tradicionales no se atreven a probar algo diferente: que el vino no va con chocolate, que el tinto con carnes rojas; que el blanco con pescados. Y de ahí no salen sin disfrutar de la comida de otra forma, como se ha venido innovando.
- Beber muy rápido.
Abrir la botella, servir, tomar, acabar. Mejor abrir la botella, disfrutar, tirar la plática, seguir con el vino; hay que dejar que el vino se exprese de acuerdo a su edad, cepa y maridaje.