¡Toma! Te regalo un vino carísimo. ¿Y luego?
Entonces te das cuenta que no sabes nada del vino que te acaban de dar; es más, ni como lo vas a tomar. ¿debe ser en una ocasión especial? ¿Harás una cena, una comida, cómo lo vas a abrir?
Y la cosa ya no es fácil.
Entonces investigas un poco. Este vino, tan caro, tan fino (de acuerdo a la promesa del amigo en cuestión), lo puedes acompañar de un estofado, unas patatas y algo de tapeo. Y tú, que eres más mexicano que nada, no sabes cómo hacer el estofado, qué deben llevar las patatas y como hacer tu tapeo.
Te enfrentas a la segunda realidad: comes mexicano (o chileno, o uruguayo, o gringo); no es malo ni limitante, pero sabes que tú les dices papas, para ti es un guiso y haces canapés.
Bueno, ya encontraste la receta y la preparaste. Todo para tu vino súper caro que te regalaron.
Al fin lo abres y… ¿En serio? ¡Oh, la decepción!
Quedas triste; ves la copa. ¿Tan caro?
Y sin embargo, te alegras de la experiencia, has aprendido a hacer un estofado y unas patatas.
Cuando ves de nuevo a tu amigo con el típico y nunca de más “¿Te gustó?”, prefieres hablar del exquisito platillo que aprendiste a preparar ante dicha situación.