Hablemos no sólo del equilibrio que debe tener un vino, también ver qué más debe ser para que tenga lo que aquí llamaremos coherencia.
Nos vamos a referir a si es consiente todo lo que hay atrás del vino para llegar a un costo, a una buena calidad o si tienen una relación interesante entre el precio y el equilibrio que tiene él.
En esto no hablamos de que sea bueno o malo el vino: que sea, como insistimos, coherente.
Sin importar el vino, debe estar bien hecho, cumplir las reglas de ser vino, por ejemplo.
Que si cuesta $100.00 no digamos “guácala” porque es de 100.00; pero estar consientes que tendrá el sabor de un vino de $100.00, independientemente de si nos agrada o no: Que el resultado del vino que tenemos, sea equitativo a la intención del mismo: que puedas entenderlo, conocedor o no, desde el primer sorbo.
Seamos honestos: un vino barato va a saber a vino barato y un vino caro, debe saber a vino caro. No hablamos de calidad: no hay que confundir la calidad con el precio y no hablar de vinos baratos como malos.
Pero no podemos esperar que sea un Gran Vino (así, con mayúsculas) si sólo es un vino de 150.00, por poner un ejemplo: Lo bueno, lo excelente cuesta.
Ese equilibrio lo va a encontrar el cliente o consumidor: si al probarlo no le duele la cabeza (que suelen ser aditamentos que no deberían estar en el vino –o alergia a algún ingrediente natural del vino que es menos común, pero pasa y es independiente de la calidad del mismo-), si sabe bien, si tiene buena calidad y hace valer lo que se paga por el vino, entonces sí, podemos decir que hay coherencia con esa botella.