Unos vinos de gran alcurnia.
La Denominación de Origen, tal como hoy la conocemos, surge tras la iniciativa de una serie de viticultores y bodegueros preocupados por impulsar los viñedos y la calidad de los caldos de la Ribera del Duero. El 21 de julio de 1982, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación otorgó a la Ribera del Duero la Denominación de Origen y aprobó su primer Reglamento.
Desde entonces, la puesta en marcha de nuevas prácticas de cultivo, la introducción de las más modernas tecnologías para la elaboración del vino y los rigurosos procesos de control aplicados desde el Consejo Regulador han hecho de la Ribera del Duero un sinónimo de calidad.
Dentro de su legislación, comentan que el Vino tinto se elaborará con un mínimo de un 75 por 100 de la variedad Tinta del País (aquí en México la conocemos como Tempranillo) y el resto con las variedades, Cabernet Sauvignon, Garnacha tinta, Malbec, Merlot y Albillo Mayor.
En el caso de los rosados su elaboración es al menos, un 50% de variedades tintas autorizadas (Tinta del País, Cabernet Sauvignon, Garnacha tinta, Malbec y Merlot).
En cualquier caso la participación en estos vinos de la variedad: “Tinta del País”, sola o junto con Cabernet Sauvignon”, “Merlot” y “Malbec” no deberá ser inferior al 95 por 100.
Los municipios que lo integran son Burgos, Segovia, Soria, Valladolid. La densidad de plantación mínima será de 2.000 cepas por hectárea. La vendimia se realizará con el mayor esmero, dedicando exclusivamente a la elaboración de vinos protegidos las partidas de uva sana con una graduación natural mínima de 11º.
Nota: Es normal que encontremos los vinos de esta denominación con sedimentos; no, no es defecto.
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