La gracia de los juegos de palabras: Marcelino pan y vino nos remiten a término moral o religioso. Aquí se transforma en comida –gloriosa, si quieren ir a estas bases-.
Esta es una lonchería, que llamaremos “fina”, pues al final de cuentas, quienes venimos de “barrios bajos” conocemos las loncherías como lugares de tortas, tacos, tal vez enchiladas y aguas naturales –o hechas de jarabe, aunque seguimos llamando naturales- a un módico costo y de gran porción. Aquí no es así: platos sin bolsas, en mesas especiales –con un cajón a lado, donde encuentras los cubiertos-, el toque hipster inicia desde la iluminación, la tipografía en las paredes, las sillas o el hecho de que se encuentra en la condesa.
La experiencia Marcelino.
Llegamos de casualidad, no es necesario tener reservación. El lugar es fresco y agradable; más que nada para desayunos o almuerzos.
Suena tacaño pensar que un vaso de limonada, del tamaño de una maceta tenga un costo mayor a $30.00; tal vez es el tipo de agua que usan (la cual no sabemos), o los limones –o naranjas en caso de naranjada- que exprimen, el método de elaboración, el endulzante –sea jarabe o azúcar- y la alta calidad que estos puedan tener. Depende de cada persona el probar y decidir el valor personal de lo que se bebe.
Por otro lado, probamos un par de sándwiches (también cuentan con baguettes): pavo y carne, con buenas rebanadas de pan –un delicioso pan, esponjoso y de buen sabor-, logran una armonía perfecta con las papas a la francesa que sirven a un lado.
Realmente no sabemos si fue un poco tardado el llevar la comida o ya teníamos hambre, pero desde el primer bocado, valió la pena.
Su carta es variada y los platillos valen la buena plática que este cómodo lugar permite: sin ruidos, con buen ambiente, calmado.
La gran suerte es la buena atención que en este lugar puedes tener con la frescura de todos los alimentos.
Fernando Montes de Oca 23, Condesa.
Costo promedio por persona: $200.00