Mineral de Pozos, en el municipio de San Luis de la Paz, Guanajuato, se ha convertido en pocos años en uno de los atractivos turísticos de mayor interés para visitantes extranjeros y nacionales, por la belleza arquitectónica y oferta turística de primer nivel que ofrece este Pueblo Mágico.
Con una inversión de cerca de mil millones de pesos por parte de los tres órdenes de gobierno, iniciativa privada, así como de 30 ejidatarios, Mineral de Pozos renace de lo que fue hace 100 años: uno de pueblos mineros más prósperos de México, donde se extraía oro.
Con ello, se ha creado una oferta de casi cien habitaciones boutique y restaurantes con calidad internacional y comida típica, los cuales siguen incrementándose con nueva infraestructura para atender a los turistas que llegan a practicar el ecoturismo y visitar las minas de oro que en otros tiempos generaron riqueza en la región.
También se ha invertido en galerías de arte, tiendas, oferta cultural y todo tipo de artesanías, además de la restauración de un inmueble histórico: La escuela de Artes y Oficios que Porfirio Díaz mando construir ahí, pero que con la Revolución quedó abandonada.
Al respecto, Daniel Esquenazi, director de la Sociedad Señores de Pozos, resaltó que la escuela está siendo rescatada con su antiguo esplendor con inversión privada y pública, y supervisión de autoridades que están al tanto de los trabajos para conservar la estructura original.
Se trata en general de una de las inversiones más importantes que se hayan realizado para rescatar a un Pueblo Mágico que hace siete años era un pueblo fantasma, y hoy tiene una economía en crecimiento y proyección internacional, resaltó en entrevista.
Los turistas son 70 por ciento nacionales y el resto extranjeros, quienes disfrutan del ambiente de un pueblo mexicano, de su historia, sus tradiciones y su comida.
El pueblo tiene una atmósfera enigmática y es escenario de cientos de leyendas, como una que refiere que cuando se quedaban atrapados los trabajadores en alguna de las minas de la Ex Hacienda de Santa Brígida, una luz aparecía misteriosamente entre las tinieblas y les señalaba una vía de escape.
El pueblo vivió su auge a finales de la última parte del siglo XVIII y el inicio del XIX, con 70 mil habitantes, pero se transformó en uno más de los pueblos fantasma del país, derivado de la explotación minera y las inundaciones que se registraron en las minas de cobre, plata, oro, bronce, mercurio y aluminio que allí se realizaba, con lo que quedaron solo 200 habitantes.
Hoy tras el rescate, cuenta con cerca de cinco mil habitantes y ya es considerado uno de los sitios más enigmáticos y con una importante reactivación económica.
Vía Notimex.