Las compras y las peleas llevan vino.
El otro día fuimos a comprar algo de vino. Se me ocurrió pasar, como es mi rutina, por un vino blanco, un tinto joven. Al ver las botellas una promotora se me acercó. Tenía en descuento un juego de copas con un decantador. Gracias, le dije, no uso el decantador.
Ella, en su afán de vender me explicaba las bondades de un decantador. Como siempre, bien aleccionadas a su meta final (que es vender a un incauto que se crea lo que dice), señaló mi botella, tratando de hacer mella me dijo que sí lo necesitaba, me ayudaría con el vino que tenía en la mano.
¿Perdón?
Me repitió que todo conocedor de vino que se jacte de serlo, debe tener un decantador para tomar vino.
Una pareja que estaba cerca se acercó, para oír la lirica de la mujer.
Me reí. Reí mucho y le enseñé la botella. ¿Estás segura que para mi vino necesito un decantador?
Sí, siguió ella. Es necesario, va a saber mejor.
Leí en voz alta lo que decía: Es un vino mexicano, es joven, sin paso por barrica, no es blend y su uva no es potente. Ella, con una amable sonrisa me dijo que si sabía de vino, ¿cómo era que no quería un decantador?
La pareja a un lado se quedó con la caja, la estaba viendo. Sentí una ofensa pasando por mi.
Señorita, le dije, el problema es que a usted la ponen a vender algo que no sabe. Si tuviera un vino con crianza –y por desgracia, no espero que sepa que significa eso- con muchos sedimentos, está bien, un decantador cae bien. Pero yo tomo vinos jóvenes. Si hago eso con un vino joven lo mato (la verdad eran otras palabras, pero por ustedes me expreso mas bonito).
Ella me vio con duda, ¿Entonces no quiere el juego de copas?
Di la media vuelta y me fui a pagar.