Tepotzotlán es un pueblo mágico con muchos atractivos, donde se respira el sabor a provincia y que por su cercanía con la capital del país, a solo una hora por carretera hacia el norte, resulta una muy buena opción para que los visitantes pasen un día inolvidable.
Los paseantes son recibidos con un enorme letrero que les da la bienvenida, mientras a lo lejos se ve la parte trasera del Exconvento de San Francisco Javier, considerado “el corazón” de esta localidad del Estado de México.
En cuanto empiezan a subir por sus calles empedradas, los paseantes encontrarán construcciones antiguas, fachadas de casas pintadas en tonos café y locales donde se venden artesanías, pinturas, macetas y flores, así como un buen número de restaurantes donde los jóvenes invitan a pasar para degustar cabrito, barbacoa o carnitas.
Al llegar a la plaza principal se muestra en todo su esplendor el Exconvento de San Francisco Javier, una joya de la cultura virreinal reconocido como monumento nacional y cuya iglesia ha sido declarada, desde agosto de 2010, Patrimonio de la Humanidad.
Es obligada la visita y la fotografía frente a la fachada del templo, el cual forma parte del Museo Nacional del Virreinato y ante el cual hay que darse tiempo para apreciar todas las esculturas y adornos típicos del churrigueresco mexicano.
Hay representaciones como “La gloria del matrimonio cristiano” y figuras de doctores de la Iglesia, evangelistas, del misionero mexicano San Francisco Javier quien fue martirizado en Japón, de San Miguel Arcángel y la Virgen María. Toda una belleza arquitectónica que no se puede uno perder y admirar.
Si la fachada es hermosa, la gente quedará maravillada con sus enormes cocinas, las pinturas, las esculturas y la propia construcción, sus arcos, pasillos, escaleras, patios y claustros, entre ellos “Los albijes” o “Los naranjos”.
En los jardines uno puede descansar debajo de los árboles frutales, respirar aire puro y después, seguir el recorrido del inmueble para terminar en el interior del tempo de San Miguel Arcángel, que definitivamente los dejará con la boca abierta.
Esta belleza arquitectónica construida entre 1670 y 1682, cuenta en su interior con diez retablos diseñados y elaborados por Higinio de Chávez y Miguel Cabrera a mediados del siglo XVIII.
Entre ellos están los dedicados a San Francisco Javier, la Virgen de Guadalupe, San Ignacio de Loyola, la Pasión de Jesucristo, San Estanislao de Kostka, San Luis Gonzaga y San Juan Nepomuceno, entre otros.
Esta riqueza en retablos es respaldada por murales y enormes lienzos firmados también por Miguel Cabrera, en los que están representados Dios Padre, el Espíritu Santo, el purgatorio y el patrocinio de la Virgen a los jesuitas.
Tras ese recorrido es momento de disfrutar de una buena comida y para eso Tepotzotlán “se pinta solo”.
Frente a la plaza central están los portales, que dan cobijo a restaurantes que ofrecen a los paseantes desde unas buenas enchiladas de mole, chicharrón, flautas y carnitas, hasta pancita, barbacoa y una buena carne asada, obviamente acompañada de una cerveza o michelada bien fría.
Junto a los portales se halla un mercadito de artesanías, donde los turistas se dan vuelo comprando todo tipo recuerdos mexicanos, ropa, huaraches, cinturones, pinturas, sombreros, bolsas y jarritos, entre muchos productos más y a muy buen precio.
También es posible visitar el kiosco, donde las personas pueden disfrutar un helado o un raspado, mientras escuchan a grupos románticos, tríos o estudiantinas, e incluso reír con los payasitos callejeros o mimos que, como en toda plaza turística, no pueden faltar.
Si se cruza la calle hay más arcos y restaurantes, aunque más exclusivos y caros, que además brindan la oportunidad de escuchar en vivo mariachis, grupos de música norteña o jarocha, encargados de amenizar la comida.
A escasos metros está la entrada al mercado popular, donde quienes prefieren las garnachas encontrarán una variada gama de antojitos mexicanos, principalmente quesadillas de masa verde con chicharrón, flor de calabaza, quelites, huitlacoche y un sinfín de propuestas más, sin olvidar los sopes con queso fundido o los tlacoyos de frijol y de haba.
También es tradición darse una vuelta por los puestos de barbacoa y pedir la “prueba”, un taco de barbacoa que seguramente por el sabor los hará pedir más, acompañados de un consomé con mucho garbanzo.
En ese ambiente del mercado popular va acompañado con los vendedores ambulantes de queso, nopales, chiles, habas, pepitas, dulces y postres, entre muchos otros alimentos y mercancías.
Para concluir con ese recorrido por “Tepo” hay que llevar a los niños a la explanada principal, para que corran, jueguen con los enormes globos tipo lápiz que ahí venden, que coman un elote, esquites, algodón de azúcar, nieve de agua, raspado o una paleta de hielo.
Si aún no están satisfechos con este paseo, los visitantes pueden visitar los Arcos del Sitio, una monumental obra levantada por la comunidad jesuita en la época colonial, a principios del siglo XVIII, que se ubica a 29 kilómetros de Tepotzotlán.
Allí también se puede comer muy rico, además de practicar actividades físicas como montar a caballo, subirse a la tirolesa o caminar por los senderos que rodean el enorme e impresionante acueducto.
Por Eleazar Ramos Villaseñor (Notimex).