Vamos a irnos con el gusto de comer bien y por lo cual, disfrutar la bebida que vamos a tener a un lado de nosotros. Estas son algunas de las reglas básicas para crear verdaderos maridajes –ya sea de contraste o de armonía y que les va a ayudar mucho.
La acidez va con acidez.
La manera de cuidar la acidez es con acidez: si tu vino tiene un alto nivel, busca alimentos que sean ácidos.
Desde vinos tintos a blancos (que muestran más su acidez), a comida con limón –por poner un ejemplo- van a ser buenos compañeros de comida.
A más tanino, más grasa.
Mientras más grasosa sea la carne, más potente debe ser el vino con el que vas a acompañar esa comida. Busca opciones que tengan más barrica y que estén más envejecidos –más no pasados-, dependiendo lo que comas: quesos, carnes, salsas.
Pescado con ácido.
A mayor acidez del vino, le irá mejor el pescado: no es porque el vino blanco sea blanco, es porque su nivel de acidez va bien con el pescado (y el limón que le solemos poner).
Si es un pescado con salsa de queso, podemos ir por un tinto.
Maridar los sabores dominantes.
Son las salsas lo que se marida más que el contenido: si es un pato en salsa suave no lo vamos a maridar igual que un pato en salsas pesadas; lo mismo con todos los platillos.
De acuerdo a lo predominante, harás el maridaje.
Picante necesita azúcar.
Pueden hacer el ejemplo de un platillo con picante y ponerle taninos robustos para dejar de sentir la lengua.
Es por eso que la idea de champagne o cavas es favorable: más dulces.
El Alcohol va a hacer más marcado el picante.
Vamos desde un muscadet a un gewürztraminer o riesling.
Dulce va con dulce.
Si tu vino es dulce, que tu platillo también lo sea –y enfría bien ese vino, no lo tomes caliente por NADA del mundo, revisa la mejor temperatura-.