El mito del costo.

Extranjeros o nacionales, los vinos tienen impuestos que deben cubrir: IVA (Impuesto al Valor Agregado) y IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) –dependiendo el grado alcohólico que el vino tenga.
Si ambos tienen ese subidón de costo –casi el 40% del valor-, ¿qué hace al vino mexicano tan caro?

Realmente es la ilusión de que el vino mexicano es caro.
¿Sabían qué hay vino de 40 o 50 pesos? ¿Qué tenemos vino en garrada que cuesta 80 pesos y son casi 4 litros? ¿Qué una caja de vino tinto o blanco está en 50 pesos y es mexicano?

Pero entonces vemos vinos como Emevé, Casa de Piedra, Adobe Guadalupe, entre otros y no entendemos qué pasa.

Vamos a hacer dos recuentos: Tras la ordenanza de cientos de años de no plantar vides para vino, se evitó su producción y consumo –al contrario de otros países que se encontraban bajo el mandato de España como Chile y Argentina que decidieron pagar multas y seguir sus producciones-, por lo cual, pudieron tener 300 años de cuidado de tierras, producción, inversión y consumo de vino: México no tiene la cultura de tomar vino.

Nos atrasamos en producción vinícola. No hay otra cosa. No podemos culpar la cultura actual de ello…pero si tenemos nosotros la responsabilidad –si queremos asumirla- de mejorar, consumir e incitar más el consumo de vino mexicano o en México.

¿Qué pasa con el costo?
Uno: Los vinos de otros países pueden ser de bajo monto por la simple razón que llevan miles de años produciendo vinos; tanto o suficiente para hacer lo que quieran, cuando quieran y como quieran; cantidades de vino enormes que pueden satisfacer una gran demanda y así bajar precios.

Dos: Creemos que el vino mexicanos es caro. No es cierto.
Es verdad que hay vino mexicano muy caro; pero si hacemos el recuento y comparamos por precios: muchos vinos muy baratos de España, Portugal o Argentina serán igual que un vino barato mexicano: sus cualidades al catarlo no estarán tan lejos de lo esperado.
En cambio un vino de mayor costo lo podremos hacer similar a un vino que sea más caro de otro país productor.

Ojo: no decimos que si no es caro, es malo; decimos que hay vinos mexicanos y extranjeros muy caros y buenos y muy baratos que también lo son.

También depende de gustos. Las quejas del vino mexicano en especial del de Querétaro, nunca faltan.
Y ellos lo saben: Las tierras de Querétaro son buenas para vinos blancos de gran acidez. Espumantes también; intenten probar esos vinos y verán la gran idea que eso puede ser.

¿Qué hacen vinos sencillos, sin gracia y muy dulces?
Sí, puede ser: pero va de acuerdo al groso mexicano que consume dulce o picante; va con nuestra gastronomía.

Dejar el snobismo.
Ser el snob del vino, de tomar en cuenta que no todos deben gustar lo mismo que nosotros y que el precio no es lo realmente importante en el vino: hay algunos, como Casa Madero o L.A. Cetto que por menos de $200.00 tenemos buenos vinos de gran calidad. Dejemos de jugar a saber todo del vino si no estamos dispuestos a arriesgarnos a cada uno de ellos.

¿Qué podemos hacer?
Aumentar de manera moderada el consumo del vino.
-Aquí les damos unos tips-.
Por gracia y desgracia, el consumo de vino en México no tiene que ver con la recaudación de Hacienda, sino con la educación. Es verdad, deberían pasar dos cosas con los impuestos al vino: o ser usado en el campo mexicano para tener una mayor producción y bajar el costo por botella a consumidor final o como dice mi madre: Si no ayuda, no estorbe; Hacienda, si no vas a usar el dinero cobrado para mejorar, restaurar y cuidar para una mayor producción de vino mexicano, no lo cobres, permite bajar el precio, que se venda más vino mexicano y se pueda extender el horizonte del mundo vitivinícola mexicano.

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Como es tomar vino en México.

El fascinante mundo del vino cada vez crece más en México; sin embargo no nos encontramos lejos de los estimas que ello significa.

El hecho de pedir una botella de vino en México se encuentra en una opinión dividida: o es por llamar la atención, que suele tener otro nombre referido a tomar leche cuando somos bebés o de plano, la referencia económica donde se busca demostrar una posición superior.


 

Suena a experiencia personal, pero dar en ejemplo suena sencillo: Yo tomo vino y poco a poco las personas a mi alrededor lo ven como algo cotidiano que solemos ordenar al cenar o comer algo; o al menos eso pensaba hasta que hace algunos días salí con un amigo de la oficina.

Se nos ocurrió ir por una pasta y teníamos la suerte que había copeo en el lugar, por lo cual pedí un tinto. Él me mencionó que no lo haría porque era un naco (?) y ordenaría cerveza.

Eso sí, su “naca” cerveza fue una artesanal que saldría más cara que mi copa de vino; y me salieron dos dudas que no me pudo responder.

En primera, debo aclarar que no se me hace naco tomar cerveza, ya sea artesanal o industrial.

En segunda, que el costo tasa lo que significa bueno o malo, pues por el pensamiento de “mi cerveza se encuentra más cara que tu vino”, me dejó pensando… ¿Seguimos con la idea de que bueno es caro y malo es barato?

En los límites del presupuesto y del gusto ¿qué es más importante al ser visto tomando vino por los demás? ¿Es mejor tomar vino? ¿Es malo tomar cerveza, y si en su visión es correcto, por qué hacerlo?


 

La relación en México de ser observados (“¡Mírame, pido vino, sé de vino, pregúntame de vino, tomo vino!”) se vuelve parte de esa obsesión de que este mundo no es para todos.

El principal problema que enfrentamos es la poca producción ante las posibilidades de crecimiento que tenemos: en el norte y partes céntricas como Querétaro o Guanajuato son buena idea de plantación vinícola; pero también es el ideal mexicano de que si no es caro es bueno o que no nos gusta el vino sin siquiera probarlo.

El malinchismo también suele estar presente representado en cifras: entre el 60 y el 75% del vino que se consume en México es de importación.

¿Qué hacer para dejar de esconder el vino en México?

Primero lo primero: algunos extremistas dirán que los restaurantes deben tener una buena cara de vinos, que cumpla con los platillos sin defraudar o afectar el cliente.

Lo primero es verdad: si venden un tipo de comida, lo mejor es tener vinos que cumplan con un buen maridaje.


 

Pero la parte de los precios no, vivimos en un libre mercado y cada lugar es libre de vender al costo que gusten y nosotros de consumir o no en ese espacio.

También dejar de limitar al vino: una de las máximas de los últimos años es que el vino es goce y no pose: vamos a vivirla realmente.

Ahora bien, si nos alcanza para la comida pero en verdad le suben bastante al vino, podemos huir del lugar con la comida, (en caso de que sea para llevar –y obviamente pagarla-) e ir a nuestra tienda de confianza comprar la botella que mejor le vaya a lo que estamos consumiendo.

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“Recomiéndame un vino”.

De las dudas más grandes que enfrentamos es el momento de la recomendación.

¿Y si no le gusta? ¿Y si es muy diferente a lo qué acostumbras? Todos los puntos en contra ante una recomendación.

Es mucho más fácil llegar con una persona que su conocimiento de vino es mínimo. Así, la recomendación puede ir variando.

Sin embargo, las peores personas para recomendar son los que saben, pero realmente no saben.

¿Cómo son estas personas?

Son quienes no saben de vino más allá de la mínima experiencia (lo cual no está mal) y con base en ello, piden recomendación de “un vino dulce como el que probaron el otro día en una cata, era rosado y sabía como dulcesito”.

¿Eh?


 

“Sí, era un vino rosado de España, ¿cómo no sabes cuál? ¿Sí sabes de vino? Dicen que es uno medio famoso de allá y me acuerdo que nos dijeron que tenía aromas a frutas y flores”.

Ese tipo de personas que han ido a dos catas y saben un poco más, pero no lo suficiente para entender bien de vino.

¿Cómo explicar que el término correcto no es “afrutado” y es “frutal”?

Que los vinos generalmente son secos y la idea de dulce puede ser el alcohol o la misma frutalidad que contiene un vino.

Entre esta característica y que los gustos personales van variando, es difícil hacer una recomendación de vino “para la cena con la novia por el aniversario”.

¿Qué información es buena dar para pedir recomendaciones?

-Evento.

-Presupuesto.

-Maridaje.

-Gustos personales.

-Qué se busca con el vino.

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La alegoría de un vino.

Lo básico se va a dos definiciones: el vino como producto del jugo de mosto de uva fermentado y alegoría como un relato o imagen que representan algo diferente.

Es entonces cuando el vino se convierte en una alegoría: lo que tomamos, no es tal cual la bebida, es el significado de ello.

Siempre nos dicen que no hay botellas vacías, que se encuentran llenas de recuerdos.

Es a eso a lo que nos referimos.

No es vino lo que tomamos, es el esfuerzo del campo, de la naturaleza poder tener uvas para crear el vino.


 

Bebemos el esfuerzo de manos que podan, transportan, limpian y manejan la materia prima.

Disfrutamos siglos de perfeccionamiento en una botella: cada gota es una idea que se fue mejorando hasta llegar a la actualidad.

Compartimos momentos, un espacio que cedemos a una o varias personas y que si es para ti, en tu soledad, te das ese instante.

El vino es una alegoría porque significa todo lo que tenemos alrededor para disfrutar de él.


 

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Siempre que te digan que es malo, prueba.

Ante la duda, una certidumbre: voy a probarlo.

Pasa seguido que nos dicen “ay, ese vino es malo”, “no me gustó” o “ni está tan bueno”; lo sé porque lo aplico con una amiga que no suele tomar vino.

Salimos, pedimos una copa y le digo “este no te va a gustar” o “este sí”.

En ocasiones, he fallado: lo que creo que no va a ir de acuerdo al gusto, resulta lo contrario. Digamos que la llevo conociendo más de 10 años y aún fallo en lo que prefiere o gusta más o incluso en el humor (hemos probado el mismo vino en diferentes ocasiones, las dos le ha sabido diferente).

Es por ello que siempre llegamos a un conclusión: probar.

La misma recomendación que siempre les hacemos va de nuevo: a probar todos los vinos que se pongan frente a ustedes.

Nunca sabrán si es real o aplicable a ustedes lo que dicen de un vino si no lo prueban.

Ella siempre ignora –sabiamente- mis palabras: le digo que no le va a gustar y neciamente lo prueba: a veces le atino, a veces no.

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4 momentos en los cuales tomar vino.

La lista que siempre es necesario. Sí, nos referimos a ese momento incómodo donde lo mejor es dar un vistazo a esa copa de vino y poder tomar un poco para liberar la tensión… propia o ajena.

1. Pedidas de mano.
Seas el novio, el padre, la suegra, la novia o quien sea, lo mejor es tomar una copa. Digamos que son muchas emociones y estas ayudan. Ya sea que la familia te quiera mucho…

O no seas el favorito.

Una copa nunca está de más: para brindar, para aliviar la tensión, para sonreír o que las palabras fluyan mejor en todos. Obviamente, con el cuidado de no dar más que el brindis o el aperitivo…

2. Discusiones.

No las vuelvas incómodas, pero coloca una copa de vino de manera discreta frente a los objetos enojados y retírate poco a poco. Esto no aplica si es contigo con quien se está peleando, sólo si eres ajeno. Esto recomiéndalo a tus amigos, para ayudas futuras.

Así, sin darse cuenta, una copa aligerará la discusión.

Y que no sea tinto, sólo por si acaso:

3. Brindis.

Todo brindis va con vino, y dependiendo lo formal o increíble del evento, espumoso: una boda, una buena noticia, una graduación (de licenciatura para adelante, por favor); una festividad como el año nuevo entra en esta opción.

4. Tu tesis.

Si ya te la aprobaron, si ya pasaste el examen: vino.

También seguir el consejo de Maitena: siempre.

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¿No sienten qué traicionan a su vino?

El otro día fuimos a comprar vino.

Tenemos la costumbre, una amiga en cuestión y yo, de comprar siempre el mismo vino: es un tempranillo de Ribera del Duero y poco a poco, más por accidente, se convirtió en nuestro favorito.

El sentimentalismo de las mujeres, le dicen. Tal vez los hombres también lo tienen, pero nunca lo hemos preguntado.

El tema es que compramos ese vino porque es el que tomaba de mi papá… Digo tomaba porque si lee esto, no quiero que diga “sabía que te llevabas mi vino”, cuando vivía en territorio paterno.

El punto es: era el vino que buscábamos en un ritual; ella pasaba por mi los jueves a mi trabajo e íbamos a comprar una botella de vino, de Ribera del Duero, Tempranillo 100%, joven, sin barrica… tal vez un poco rudo, pero así nos gustó.

Llegábamos a casa de ella, preparábamos algo de comer: desde una tabla de quesos que sacábamos, casi el panela que le quedaba, a veces el jamón que estaba y agregábamos un poco de miel y especias; tal vez nueces o galletas… o con más tiempo, menos cansancio, un trozo de carne a la parrilla.

Y sin embargo, ese día no estaba nuestro vino.

Creo que desde que nos vio el dependiente lo pensó. Nos iba siguiendo a punto de hablar pero sin decirlo hasta que preguntamos ¿Dónde está nuestro vino, nuestro adorado?

Disculpe usted, señorita, no está.

Patatús instantáneo.

¿Qué, cómo, cuándo? ¿Regresará?

No sabemos.

El drama continúa.

Buscar otra opción; la encontramos, no fue mala, también de la denominación, algo parecido, que incluso nos recomendaron.

Y sin embargo, volvemos a ese romanticismo de mujeres o amigas… ¿no les para qué sienten qué traicionan a su vino?

Y la otra duda… hombres ¿les pasa?

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El suero de la verdad.

¿Es cierto qué las personas hablan más con alcohol?

La verdad, es que las personas se suelen sentir más relajadas al consumir alcohol, es uno de los efectos que este contiene.

De hecho en exceso es cuando vemos que las personas pierden juicio y control (aunque hay personas que ya son así).


 

Mientras más alcohol se ingiere, disminuye la capacidad de expresión, orientación y la claridad de pensamiento, que dificulta una buena comunicación.

Hay quien dice que los niños y los borrachos dicen la verdad: esto va cambiando de persona a persona.

En algunos casos, las personas no van a decir más verdades o más mentiras. Eso es cuestión de cada una de las personas.

¿O en verdad querías decirle a ese compañero de trabajo qué lo amas y en verdad es tu mejor amigo, cuándo sólo hablan una vez al mes si se encuentran en las escaleras?

Más que la verdad, es el riesgo de hacer comentarios inconvenientes.


Tal vez una copa te ayude a dar valor; más sólo será un problema.

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El estrés, una copa y como funciona.

Hay veces que llegar al fin de semana es un completo arte: después de llamadas interminables, los problemas en la oficina, la universidad; la maestría es más complicada de lo que esperabas.

Tu perro ya se enfermó y es lunes.
El martes la junta con el cliente se cambió a las 8:00 PM. Y normalmente sales a las 6:00. Y sabes que aparte de la junta vas a escuchar hablar de los hijos, los gatos, los amigos de ese cliente.
El miércoles no sirvió el refrigerador / microondas / lavadora /plancha /estufa. Tu celular se trabó; el gato tosió sobre el control remoto de la televisión. El jueves perdiste las llaves y el viernes olvidaste el monedero en la oficina.

Por fin, llegas a casa con la idea de que los pendientes pueden esperar un poco. Sólo queda una pregunta.

Quieres. Gustas. Necesitas.

Es momento de una copa de vino para al fin relajarte de todos los problemas que significan.

Si bien en soledad, si es necesario en compañía. Tal vez esa compañía es un teléfono, una película, un amigo, un familiar. Es lo de menos en ese momento de la semana, del día: la hora correcta en la cual los astros se alinearon a descansar lejos de esos problemas.

Por fin es huir de los problemas constantes que la vida va creando: pero sabemos que siempre son necesarios. Sin retos, no tendríamos más que una simpleza de vida. Amas esa adrenalina laboral.

Pero hay veces que es mucho: mucho estrés, mucho enojo, mucha pelea, mucho malo y poco vino.

Queda en casa, piérdete un poco, encuéntrate más. Busca la solución. A veces es necesario una copa de vino. A veces; sin embargo, es necesaria una botella. Respiración boca a boca, le dicen.

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