Una buena cena.

Es nuestro sueño: que algo así fuera en un restaurante.


Ese día la invité a cenar. Pasaría por ella a las 7 a su casa y nos iríamos a un restaurante. Tenía la reservación, la ropa y todo listo.

Pasé por ella y se veía linda, con un vestido negro y sus zapatos altos (con los que casi se cae, pero que le quedan bien). Fuimos y el Maître nos atendió: nos dio la mesa que habíamos pedido.

Nos dieron dos cartas, la de comida y la de bebidas. Ahí vimos una gran selección: desde vinos hasta mezcladores, aperitivos y digestivos listos para nosotros.

Como aún no sabíamos que pedir, preguntamos por un vino blanco. El mesero no sabía que recomendar. Tomó la carta y nos señaló los vinos. Preguntamos por uno ligero justo para iniciar. Cualquiera de ahí, nos respondió.

Lo pensamos, preguntamos si alguien nos podría asesorar. Dijo que iba a revisar y volvió con uno de los chefs. Nos señaló las posibilidades y nos comentó que la especialidad de la casa era una pasta con bolognesa y el vino de la carta que iba perfecto. Me llamó la atención ver como el mesero anterior estaba tomando nota.

Eso queremos, le dije. El mismo chef nos dijo que podía hacernos una sugerencia de entrada o ensalada y de postre; cada uno con su respectivo vino de la carta. La sugerencia se nos hizo buena y lo seguimos.

Una de las mejores cenas y maridajes.

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